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El amor y los pájaros

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Fecha Publicación: 12/10/2021 - 21:00
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La aparición del libro de la científica estadounidense Jennifer Ackerman , La Conducta de los Pájaros, es todo un suceso editorial, tan igual a uno suyo anterior, El Ingenio de los Pájaros. Lo novedoso y llamativo de su nueva entrega es que describe la increíble variedad de conductas de las aves frente al sexo. Como un Kama Sutra de origen animal, el libro detalla las diferentes formas en las que las aves hacen el amor.

Hacer el amor puede parecer una frase exclusivamente humana, pero las variedades con las que las aves practican el sexo sugiere que éste es para ellas, acaso, una forma superior del instinto. El libro de Ackerman no entra en disquisiciones pero sí describe con prolijidad tales conductas que la nota de Judith de Jorge resume muy bien en una artículo reciente del diario ABC de Madrid.
Lo interesante para un cronista de las vicisitudes humanas que registran las noticias, es el contraste permanente que encontramos en el mundo y en la vida.

En este caso, por ejemplo, mientras los tordalinos que viven en los desiertos de la península arábiga recorren largas distancias para copular a solas y fuera de la vista de los miembros de su grupo, a los frailecillos atlánticos, los loros de Tanzania y las collalbas, no les importa el qué dirán ni quién mirará.

Aman a la luz del día y a la vista de todos y en ello se regocijan. El arbusto que les guarda el secreto a los tordalinos y el viento que lo divulga para solaz de los otros exhibicionistas, tienen la común característica de ser guardianes de un amor que vuela.

Sin embargo hay aves que parecen tener un extraño gusto por la muerte. En efecto y según el estudio de Ackerman, los pingüinos -que son aves adaptadas a la vida marina- los charranes, golondrinas, alondras y patos son muchas veces necrófilos, es decir, copulan con machos o hembras muertos o heridos.

Y como el amor se canta, el canario incluye en su canción el ruido que hace el agua, mientras que el rojo del Tarín nació para cantar y sólo para cantar como el jilguero de la Guaira. El gorrión es América desde que Juan de Betancourt lo encontró en 1402 en las islas Canarias y que Garcilaso, inca, registró su bullicioso arribo en 1556 en Los Comentarios Reales.

Recuerdo estos bellísimos versos de Juan Gonzalo Rose: “Yo recuerdo que tú eras/ como el agua que beben silenciosos los ciegos/ o como la saliva de las aves/ cuando el amor las tumba de gozo en los aleros.” O estos otros de Baudelaire sobre el albatros: “Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío/ Sus alas de gigante le impiden caminar”. Y a Alberti sufriendo un amor ido con el ave de trenzas negras de sus sueños: “Se equivocó la paloma/ Se equivocaba/ Por ir al Norte, fue al Sur/ Creyó que el trigo era agua/ Se equivocaba/ …Que tu falda era tu blusa/ Que tu corazón su casa/ Se equivocaba./(Ella se durmió en la orilla/
Tú, en la cumbre de una rama.)”
Es verdad que el amor no se puede describir con palabras sino, tal vez, con trinos, gorjeos… o con un lenguaje anterior al lenguaje.

Jorge.alania@gmail.com

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