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El arquero que se lanzó a un tren

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Fecha Publicación: 15/11/2022 - 23:55
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Robert Enke, guardameta del Hannover, tenía 32 años en el 2009 y atravesaba un buen momento de su carrera con grandes posibilidades de ocupar la portería de la selección alemana en el Mundial de Sudáfrica. Pero su periplo hasta la antesala de esa consagración no había sido fácil. Comenzó en el FC Carl Zeiss y pasó por el Monchengladbach, Benfica, Barcelona, Fenerbahçe, Tenerife y Hannover, equipo en el cual era titular.

No tenía amigos pero tampoco era un antisocial. Lo querían y respetaban pero los más advertidos habían notado en él cierto temor a enfrentar las adversidades. Pero las enfrentaba igual, como la muerte de su pequeña hija a los dos años de una dolencia cardiaca congénita y las vicisitudes personales deportivas que acompañan siempre a los jugadores de élite. Le dolían como a cualquiera los fracasos, pero nadie sospechó nunca cuánto.

La mañana del 10 de noviembre de ese año, estacionó su auto cerca de Neustadt, en las inmediaciones de su domicilio, dejó un monedero sobre el asiento del acompañante y el vehículo abierto. Luego caminó cien metros aproximadamente y se lanzó al paso del tren que corría por un paso a nivel a 160 kilómetros por hora en esa bella localidad de la Baja Sajonia.

¿Qué le pasó esa mañana, o tal vez antes, o tal vez siempre, a Robert Enke? ¿Qué temor lo martirizaba a diario como para pensar sólo en la muerte como liberación? ¿Qué fantasma volvió de su niñez o de su adolescencia que nadie y sólo él conocía? ¿Qué desequilibrio químico estalló de pronto o terminó de estallar en su cerebro esa mañana? ¿Qué lado inadvertido de la depresión que padecía que no vio el psiquiatra que lo trataba, ni su querida esposa, ni sus compañeros, se expresó ese día de forma tan brutal e inesperada?

Recuerdo haber leído hace mucho una columna del periodista Alfonso Tealdo sobre el fútbol, metáfora también de la existencia, pero de ese texto sólo se me quedó una frase: …y es un gol, y otro gol, y la vida nos golea.

Como la Ana Karenina de la gran novela de León Tolstoi, Robert Enke murió entre las ruedas de un tren. Así como Ana amaba sus propias sensaciones del amor, quizá Robert amaba sus propios miedos sobre la vida. En efecto, la vida nos golea pero en el partido de cada quien hay goles que anotamos con gran júbilo. Y el partido sigue entre la algarabía de los hinchas hasta que llega, en el mejor de los casos, la temida definición por penales. Algo nos ha dicho desde que nacemos que no vamos a ganar pero que nuestra derrota debe ser digna y decorosa. Nuestros familiares y amigos nos alentarán pero la historia ya está escrita. Sonará el pitazo del último penal y no habrá Mundial ni Cuevita que nos salven.

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