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El ataque del extremismo

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Fecha Publicación: 30/01/2023 - 23:20
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Si la democracia es el sistema que mejor canaliza los conflictos que inevitablemente se producen en toda sociedad, debemos coincidir que tiene sus límites. En principio, requiere que las principales fuerzas políticas, las que normalmente representan intereses y tendencias opuestas, estén de acuerdo en conservar el sistema; por eso afirmamos que todo régimen estable se suele consolidar sobre la base de dos partidos comprometidos con la misma ideología democrática, a pesar de defender distintas doctrinas. Así, encontramos a los tories y a los whigs ingleses, quienes inventaron la monarquía parlamentaria que John Locke luego teorizó en 1690; y al final del siglo XVIII a los demócratas-republicanos de Jefferson y los federalistas de Hamilton; países como Francia, Italia y España sufrirán enormes vicisitudes porque las fuerzas centrífugas, léase anarquistas, comunistas y socialistas, tendrán excesiva relevancia en sus procesos políticos, recurriendo a la violencia cuando los votos no los favorezcan. El sistema proporcional de esos países favorecerá el multipartidismo, y con él, la ingobernabilidad.

Como los europeos, los peruanos tuvimos que enfrentar a las fuerzas centrífugas en varias ocasiones. Con la dictadura militar llegando a su fin, nadie podía calibrar, a ciencia cierta, el daño producido por los extremistas que cobijó Velasco; la transición hacia la democracia se hizo con la Asamblea Constituyente que recogió el mapa político real: 29 representantes de derecha, 32 de izquierda, y 39 de centro. Si bien la izquierda se manifestó centrífuga, partidaria de un modelo extraño a la democracia representativa y al Estado de Derecho, la Constitución de 1979 pudo surgir del entendimiento del centro con la derecha, comprometidos ambos con los mismos valores ideológicos, por encima de sus planteamientos doctrinarios. Ese régimen sucumbió atacado por el peor fenómeno terrorista de América y por el manejo irresponsable de la economía.

Nuestro régimen actual, que apareció con la tecnocracia de Fujimori y la Constitución de 1993, y que supo evolucionar con Toledo, García y Ollanta, viene siendo sometido al ataque de la minoría extremista de siempre, que ahora no impulsa a grupos terroristas como en el siglo pasado, sino una asamblea constituyente tramposa, con mayoría de delegados de los grupos sociales que dominan, usando la “democracia funcional” de los fascistas italianos. La finalidad es la misma, a falta de votos, buscan que la sociedad se rinda agotada. Más allá de lo episódico e inmediato, se necesita reconstruir el sistema de partidos y recuperar estabilidad con el bipartidismo imperfecto que produzca el uninominalismo; se requiere de dos grandes fuerzas permanentes que, siendo diferentes, se comprometan a mantener la democracia y la seriedad económica.