El auge de los BRICS
En los últimos años, el escenario internacional ha sido testigo de un reacomodo del poder global. Uno de los actores más visibles en este proceso es el bloque de los BRICS, integrado originalmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. La reciente ampliación, conocida como BRICS+, ha incorporado a nuevos países, consolidándose como un contrapeso al G7 y como una alternativa a las instituciones dominadas históricamente por Occidente, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial.
El atractivo de los BRICS+ radica en varios factores. Primero, su peso demográfico: los países miembros concentran más del 40 % de la población mundial. Segundo, su capacidad económica, ya que representan alrededor del 30 % del PIB global y controlan vastos recursos energéticos y materias primas. Tercero, la diversidad geopolítica, que va desde potencias nucleares como Rusia hasta gigantes manufactureros como China, pasando por economías emergentes con abundancia de recursos naturales, como Brasil.
Este bloque no solo busca fortalecer la cooperación económica, sino también cuestionar el orden financiero internacional. La creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), con sede en Shanghái, y las discusiones sobre la posibilidad de una moneda común para reducir la dependencia del dólar reflejan esta ambición. De concretarse, se estaría frente a un cambio estructural en las relaciones económicas globales, debilitando la hegemonía del sistema financiero occidental.
Sin embargo, los BRICS+ enfrentan desafíos internos. Las diferencias políticas y estratégicas entre sus miembros son notables: China e India mantienen tensiones fronterizas; Rusia está aislada por la guerra en Ucrania; y las economías de Brasil o Sudáfrica presentan vulnerabilidades estructurales. Esta heterogeneidad puede complicar la construcción de una agenda común sólida y sostenida.
América Latina observa este fenómeno con atención. Brasil, como miembro fundador, se posiciona como un puente entre la región y el bloque. Para países como Perú, Chile o Argentina, los BRICS+ representan una oportunidad para diversificar relaciones comerciales y financieras más allá de Estados Unidos y Europa. No obstante, también surge la interrogante de hasta qué punto esta nueva arquitectura global garantizará un desarrollo equitativo, o si simplemente reproducirá nuevas formas de dependencia, ahora con epicentro en Asia.
El auge de los BRICS+ simboliza la transición hacia un mundo más multipolar, donde el poder ya no está concentrado únicamente en Occidente. Este reacomodo abre oportunidades para países en desarrollo, pero también exige cautela frente a los riesgos de fragmentación y competencia entre bloques. El nuevo orden mundial no será un simple reemplazo de un hegemón por otro, sino una prueba de si la cooperación internacional puede realmente traducirse en un sistema más justo e inclusivo.
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