El bicentenario de Ayacucho
A la histórica Batalla de Ayacucho que celebraremos mañana, lunes 9 de diciembre, en su bicentenario, debemos tenerla muy presente en nuestro imaginario nacional. En esta fecha, hace 200 años, la batalla desarrollada en la Pampa de la Quinua, fue decisiva para sellar la independencia del Perú y de América, no obstante, el extraordinario aporte del Libertador José de San Martín que proclamó la independencia del Perú el 28 de julio de 1821, que es el Día Nacional de los peruanos, y de la instalación del primer Congreso Constituyente en 1822, bajo la presidencia de Francisco Javier de Luna Pizarro. Aun cuando nos constituyéramos en Estado, mientras las tropas realistas seguían en el suelo nacional, la soberanía todavía se tornaba relativa. Vencimos y el realista José de Canterac firmó la capitulación, que no fue otra cosa que el reconocimiento de la derrota militar española y la señal visible de la independencia peruana y continental definitivas. La capitulación reconoció el pago de una deuda en favor de España y de otra para los patriotas no peruanos que lucharon. Recién por el Tratado de París de 1879, España reconoció jurídicamente la independencia del Perú y ambos países establecieron relaciones diplomáticas. Por Ayacucho, el militarismo fue empoderado, y eso explica su protagonismo político en el destino del Perú de gran parte del siglo XIX y en diversos momentos del siglo XX. En 1928 el gobierno de Augusto B. Leguía reconoció la gesta del batallón peruano en Ayacucho que decidió la victoria, consagrándose a esta célebre batalla como el Día del Glorioso Ejército del Perú. Los historiadores están de acuerdo en que Ayacucho fue el momento que estaba faltando para desligarnos de España y conseguirlo no fue nada fácil. Esta fecha debe servir para el gesto del empoderamiento esperado del Glorioso Ejército peruano, y en general, de las Fuerzas Armadas, volviéndolas disuasivas, porque no la son como el momento de nuestra vida nacional lo exige, y será la enorme oportunidad para romper con la mal llamada sociedad civil como si los militares fueran parte de otra dentro del Perú, dividiéndonos. Tengamos presente este memorable acontecimiento y estoy pensando en el legado de patriotismo y nacionalismo que nos dejado Ayacucho para el imaginario de nuestros niños, que no existe, y que es lo que más me preocupa, frente a tanta fragilidad y prejuicio en el sector educativo, respecto de la conceptualización del Estado peruano en sus elementos constitutivos, es decir, TERRITORIO, NACIÓN Y GOBIERNO, centrando la fortísima idea de nuestro desencadenamiento definitivo de España, sin renegar de España, destacando el valor del sincretismo, que nos produjo por su consecuencia el mestizaje, y que junto a las comunidades originarias, constituyen el carácter más visible de nuestra peruanidad. La celebración debería convertir a Ayacucho y a toda la Sierra Central del país en una verdadera y potente región de desarrollo nacional. Esa es la tarea que exige este glorioso y solemne aniversario bicentenario.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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