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El bordón

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Fecha Publicación: 09/04/2022 - 21:30
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Por Willy Terry Sáenz

El término en cuestión tiene tantas acepciones (arma punzocortante, muletilla, estribillo, lazarillo, verso, estrofa, tipografía y además música referida a instrumentos que producen sonidos graves); cada una más lejana de lo que a nosotros nos interesa; que corre el riesgo de diluirse en su función primigenia vinculada a la música criolla.

Tampoco hay una didáctica al respecto. Diremos que la técnica del bordón criollo, como recurso musical, indica que es el hecho de pulsar y jalar la cuerda de la guitarra al mismo tiempo, en un impromptu musical lleno de magia y sabor, sobre una determinada nota.

Establecidos los parámetros de ejecución, debemos averiguar el punto de partida de este ejercicio en nuestro acervo criollo. Muchos pensarán que es atributo del género marinera limeña, toda vez que el bordón es la carta de presentación de nuestro Canto de Jarana y sin ese encendido de motor, nuestro baile nacional no caminaría. Pero si nos remontamos a los antiguos discos marca Columbia, con las voces de Montes y Manrique, oiremos unos incipientes bordones que nos hacen reparar que ya los Canarios y los Fandangos estaban en el sentir de nuestros músicos y cantores de antaño.

Desde esta etapa hasta el surgimiento de maestros del bordón de marinera como Vicente Vásquez, Carlos Hayre, Carlos Montañez y Enrique “Chiquitín” Borja, el piano se llevaba las palmas en toda jarana o producción discográfica. Cabe mencionar que esta técnica ya era utilizada magistralmente por la segunda guitarra de los Ídolos del Pueblo, Los Embajadores Criollos a través del acompañamiento de su primera voz, don Rómulo Varillas Talaviña; fines del 40; la discografía lo sustenta. También entran en la cuenta don Ricardo Curro Carrera y don Víctor Campos Durand, quienes en rutina aplicaban la técnica en valses, festejos y polkas, impregnándole ese sabor tan característico de nuestro género criollo.

Los formatos de hoy, con otras inquietudes, válidas, por cierto, suelen prescindir en primer lugar de la segunda guitarra, aquella que alternaba el tundete con un bordonear sincero, logrando enlaces que llegaban al alma; toda vez que el bajo electrónico, el teclado y las percusiones iban arrinconando su función.

Hoy en día, este antiguo movimiento guitarrístico se rehúsa al confinamiento; es porfiado y dócil a la vez; se hace querer y aunque nunca lo expectoraron de la fiesta, no solo dice presente, sino que casi siempre lo vemos bailar.

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