El bote de Dina
La semana precedente y a través de PBO Radio -donde reemplazo hasta el 14 a mi amigo Phillip Butters- recordé la hermosa frase que, inscrita en una placa, exhibía el presidente de los EE.UU. John F. Kennedy en su escritorio de la sala oval: “Oh Dios, tu mar es tan grande y mi bote tan pequeño”.
Hacía sentido para el primer mandatario católico del gigante norteamericano apelar a esta oración, sabiendo que su travesía no estaría exenta de incertidumbres y turbulencias. Quizás nunca imaginó que una tormenta conspirativa (hoy se sabe el repudiable papel que tuvo en ello la CIA) acabaría tempranamente con su vida propiciando el naufragio de la embarcación llamada “la nueva frontera”.
Pienso en ese mar inmenso y en el bote pigmeo de Dina Boluarte. Si el de Kennedy era pequeño, la de nuestra presidenta no excede la categoría de bolichera o chalana. Y sin embargo la emoción telúrica de Boluarte la lleva a veces a prometer navegación abierta con buen viento, bitácora incontrastable y puertos seguros. En una palabra y aún mediando los nubarrones de la protesta social infiltrada por los piratas terroristas, está convencida de poseer una voz redentora capaz de contener las mareas peligrosas de la subversión.
Nada mejor para una presidencia transitoria fijar de arranque los límites de sus posibilidades. Aunque el extremismo derechista suele denostar a Valentín Paniagua como responsable de abrir las puertas del aparato público a la agenda caviar y sus respectivas ONG, poco se analiza desde ese sector que el acciopopulista carecía de margen de maniobra para evitarlos. Impactó internacionalmente graficar la caída de Alberto Fujimori nombrando a Javier Pérez de Cuéllar como premier, pero detrás de éste ya estaban en lisa los parásitos presupuestívoros dirigiendo sus fauces a los sectores claves del Estado.
Con la transición de Francisco Sagasti, el drama de la zapa fáctica se hizo carne y habitó entre nosotros. La premier no fue de un partido político determinado sino nada menos que un emblema del liderazgo oenegero: Violeta Bermúdez, de Manuela Ramos. A diferencia de Paniagua, Sagasti estuvo en su garbanzal porque provenía de la misma matriz, no de un partido.
Boluarte fue expulsada de Perú Libre. Se encontró con la presidencia sin base política ni social. Intenta construir una y tiene la carta de los nuevos gobiernos regionales y municipales, así como recurriendo al Acuerdo Nacional, el de las hermosas quimeras de Max Hernández.
Creo que su desafío debe calzar con la realidad de hoy: fijar una ruta concreta para su barco, no morderse la cola revisando a cada rato el plan de navegación del delincuente que la antecedió y surcar los mares de estos 19 meses que portará la banda presidencial renunciando al intento de sonreírle a tirios y troyanos. Sus aliados de travesía son los que apuestan por la constitucionalidad, no los hipócritas progres que la rodearon para medrar del erario.
Vamos, el bote de Dina es demasiado pequeño. Ayudemos a que navegue pocas millas.
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