El «buenismo» progre
El pasado 5 de abril, un ciudadano extranjero asesinó a un chofer de 30 años por negarse a que le limpiaran el parabrisas. Una modalidad cada vez más latente, donde el trabajo que alguna vez tuvo algo de honesto hoy se ha convertido en una forma de extorsión para los limeños. Inmediatamente ha habido comentarios divididos donde no debería.
Lo último que pretendo con esta columna es incentivar una injusta xenofobia. Que un venezolano obre mal, no quiere decir que todos sean así. He conocido a muchas personas honestas que llegaron de Venezuela escapándose de las garras del comunismo castrochavista. Pero todos ellos llegaron por la puerta grande. Con el debido proceso de la ley y no a hurtadillas, escabulléndose para evitar ser reconocidos por las autoridades. Lamentablemente hemos dejado entrar a quien sea, sin revisión de antecedentes y todo gracias al "buenismo".
El derecho a emigrar no existe. No importa cuánto progre te diga que somos "ciudadanos del mundo". Lo que existe es el derecho a no emigrar. A exigirle a tu país unas mínimas condiciones para poder prosperar en él y no tener que buscar oportunidades afuera. Cada país tiene unas políticas de migración que deben ser respetadas, porque existen, precisamente, para evitar que personas que representen un peligro para la sociedad ingresen a vulnerar la vida de los ciudadanos.
Sin embargo, en varias partes del mundo, las políticas de migración son consideradas como racistas o xenofóbicas. Y en el segundo en que una masa de personas, autopercibidas como oprimidas las tilda como tal, defender estas políticas se convierte en un acto políticamente incorrecto o al menos de dudosa corrección política.
No ha faltado, entonces, un caviar de esos que viven afuera del país, en EE.UU. o en Europa, pero que dan cátedra del día a día del Perú, que salga a criticar las acciones de los burgomaestres que inmediatamente han prohibido a los limpiaparabrisas en sus distritos. Algunos de ellos, incluso, asegurando que esto va en contra del libre mercado. En Serrano no te matan, pero en Abancay sí.
Y no es la primera vez que vemos cómo salen a la defensa del que viola la norma, simplemente por su condición de humildad, poniendo en uso la falacia argumentum ad lazarum. Cuando un fiscalizador trata de llevarse a un vendedor ambulante no autorizado, de pronto el miembro de la municipalidad es un facho. Hay, entonces, una falta de respeto a la autoridad. El buenismo progre ha convencido al individuo que sus intereses son más puros, por ende, están por encima de la ley.
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