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El cáncer de la falta de integridad en el Perú

Fecha Publicación: 11/12/2023 - 22:20
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Durante mi breve tiempo en el gabinete ministerial, enfaticé la falta de integridad como el problema principal en el país, una verdad incómoda pero esencial. Esta carencia se ha convertido en un cáncer que afecta profundamente nuestras organizaciones y refleja el desafío que enfrenta la sociedad peruana.

En diversas ocasiones mencioné el concepto del “Vox Populi” para señalar situaciones que no podían probarse desde un enfoque puramente legal, pero que todos conocían de alguna manera. En una reunión de la Junta Nacional Anticorrupción, propuse hacer públicos estos “Vox Populi”, comenzando con mi sector. Señalé la creencia común, aunque no probada, de que los puestos de docente contratado se obtenían a cambio de prebendas, ya sean monetarias o de índole sexual. También mencioné la extendida costumbre de “contratar” asesores relacionados con quienes otorgaban licencias, como una forma de garantizar el otorgamiento de licencias, en lugar de garantizar la calidad de los expedientes.

Hoy en día, enfrentamos un nuevo Vox Populi: la supuesta negociación que habría llevado a la permanencia de la Junta Nacional de Justicia y la salida de la Fiscal de la Nación, a cambio de acuerdos poco transparentes.
Además, ha estallado el escándalo de los certificados de estudios falsos, que la ministra de Educación denunció ante la Policía Nacional del Perú y el Ministerio Público. Esperamos que los responsables, tanto de la mafia como de la complicidad oficial, sean llevados ante la justicia.

Reconocer la integridad como un elemento vital del cuerpo social señala la necesidad de una intervención urgente y profunda. Aquellos en cargos de alta responsabilidad deben seguir el ejemplo de la ministra Miriam Ponce y reconocer la gravedad de la situación si desean solucionar el problema desde la raíz.

La metáfora de comparar la falta de integridad con un cáncer sugiere la necesidad de tratamientos radicales. A diferencia de las enfermedades, estamos cansados de diagnósticos y deseamos medidas terapéuticas específicas. El cambio debe ser sistemático, enfocado en erradicar las prácticas corruptas y promover una cultura que valore la ética y la transparencia.

La sociedad tiene un papel fundamental en la construcción de un entorno ético y responsable. La responsabilidad de preservar la integridad no recae únicamente en las autoridades, sino en cada ciudadano. Sin embargo, enfrentamos el maniqueísmo y la máxima de Cicerón: “para mis enemigos, la ley; para mis amigos, todo”, que parece representar lo que vemos en la política peruana hoy.

La educación, como piedra angular del progreso, debe ser un terreno sagrado donde la integridad y la transparencia prevalezcan. Lamentablemente, la vulnerabilidad de los sistemas públicos, no solo en educación, ha permitido que la corrupción socave la confianza en la gestión gubernamental.

La administración de Pedro Castillo debió fortalecer la educación, pero se ha infiltrado de elementos extremistas. Este accionar ha permitido que la corrupción erosione los cimientos de la sociedad.

En conclusión, la falta de integridad es el principal problema del país. Se necesita una respuesta audaz y un compromiso colectivo para superar la corrupción. Solo a través de un esfuerzo unificado, donde la sociedad exija integridad y actúe en consecuencia, podremos construir un futuro más ético y resiliente para el Perú.

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