El caos es una escalera
Esta frase, pronunciada en la gran serie de HBO “Game of Thrones”, tiene, hoy, más sentido que nunca en nuestro país, sobre todo, teniendo en cuenta lo acontecido en la minera la Poderosa, el pasado sábado. El caos es una escalera o, dicho de otra manera, la crisis es una oportunidad. El problema está en que cualquiera puede subir por la susodicha escalera.
Dina Boluarte carga, cual Atlas, el peso del Perú sobre sus hombros. No tiene, verdaderamente, una bancada en el parlamento que le otorgue la capacidad para ejecutar como su poder le faculta. Enemigos le sobran a diestra y siniestra. La prensa no la quiere y la población menos. El peso del país se le hace cada vez menos liviano y, al igual que a Vallejo, los húmeros se le ponen a la mala tras un año de gobierno.
Preocupada por mantener su endeble gobierno, se muestra despreocupada por gobernar. El país está estancado. La economía se cae y la inflación se eleva. El desempleo sube y la formalidad baja. Y ahí donde el gobierno es débil, el crimen se hace más fuerte.
Somos un país minero plagado de académicos que tratan de convencer a la población de lo contrario, formando a jóvenes con la certeza de que la explotación minera es un crimen al ambiente y a la cultura. El 47% de los proyectos de la nueva cartera de inversión minera, presentados en enero de este año, tiene conflictos sociales que impiden la debida exploración y explotación y le dejan el camino llano a la minería ilegal.
Cuando una actividad minera es formal, además de contribuir con considerables tributos, está en el ojo del Estado, cuyas instituciones competentes prestarán una fiscalización vigilante. La minería lleva al privado y al público al socavón.
Por otro lado, la prepotencia anti minera de la que hacen gala las izquierdas rojas y moradas es cómplice del crimen organizado que gira en torno a la minería ilegal. Una camorra serrana que no tiene piedad con el medio ambiente, ni mucho menos con la población. Sicariato, trata de personas, narcotráfico y demás modalidades circunscritas en la minería criminal pasan desapercibidas porque operan en la clandestinidad y solo salen a la luz cuando matan a 10 personas como lamentablemente ocurrió en la Poderosa.
Una izquierda lo hace por el buenismo progre del que no se puede escapar. Ese buenismo que también le abrió la puerta a quien quisiera entrar al país y hoy conforman organizaciones criminales. Una buenismo pasional y no racional, pues ignoran que el costo de ser verde tiene una huella de carbono gigante.
La otra izquierda quiere retirar al privado de la minería. El criminal se encarga de espantar al inversionista para luego buscar copar la explotación de recursos con una empresa estatal, de esas como Petroperú, que sangran a los peruanos, pero enriquecen al directorio.
El caos es una escalera y mientras este gobierno continúe siendo atacado, sabe Dios quién va a aprovechar el pánico para escalar por los peldaños.
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