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El cinismo de Sagasti

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Fecha Publicación: 12/07/2021 - 00:00
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“El Estado es mucho más complicado de lo que creía como planificador” reveló ayer el poeta encargado de la presidencia. ¿Se imagina, amable lector, el gravísimo daño que le ha significado a usted, a sus familiares, a sus amistades y a la sociedad peruana en general, tener como gobernante a un “planificador”, sin la más mínima experiencia en administrar el Estado en un momento tan dramático como el que ya venía atravesando el Perú? Ahora entenderá entonces por qué en apenas seis meses y días de la gestión Sagasti, este país alcanzó los dramáticos niveles de convulsión en que se encuentra. Porque, señores, gobernar no es sentarse en palacio de gobierno para disfrutar de los placeres de la fatuidad, tal como piensa la mayor parte de postulantes que, de manera frívola, aspiran a dirigirle la vida y hacienda a más de treinta millones de peruanos. Gobernar, amable lector, es perder dos décadas de vida en sólo cinco años de labores extremas, enfrentándose a una de las responsabilidades más delirantes que puede asumir una persona. Como es administrarle la vida a millones de seres humanos que dependen de los aciertos y/o desaciertos de quien ejerza la presidencia del país.

Pero la osadía de Sagasti va mucho más allá de reconocer la complejidad de gobernar siendo un empírico en esas artes. Le preguntan cómo definiría el legado de Vizcarra y responde, muy suelto de huesos, “No sé cuál es el legado, porque francamente no me he puesto a examinarlo”. Hombre. O es usted cómplice del desastre socioeconómico que viene gestionando, o deslinda con quien lo obligara a heredarlo en silencio. Señor Sagasti, o se hace usted corresponsable de la muerte de más de 200,000 ciudadanos fallecidos por absoluta maldad de Vizcarra –desde que se negó a adquirir las pruebas moleculares, comprar camas UCI, equipar los hospitales con respiradores y plantas de oxígeno; pero, sobre todo, a importar las vacunas en abril 2020, como ofreció hacerlo, las cuales recién empezarían a llegar a cuentagotas en diciembre 2020, prolongando temerariamente la pandemia- o denuncia en qué condición heredó usted nuestro país. Pero no debe quedarse callado, negándose a enrostrarle a Vizcarra la responsabilidad civil y penal que arrastra. Salvo que usted, señor Sagasti, quisiese compartirlas con él cuando la democracia retorne al Perú.

Por último, Sagasti transpira cínica vileza sosteniendo: “Tenemos un sistema electoral que ha funcionado sin la más mínima interferencia del poder Ejecutivo. Todo se ha ceñido a las reglas establecidas.” Oiga, señor Sagasti, indignado porque usted intentó involucrarlo en un fraude electoral, Mario Vargas Llosa reveló por intermedio de su hijo Álvaro algo gravísimo, que antes usted debió informarlo al país: la llamada suya para que intercediese ante Keiko Fujimori, a efectos que reconozca su derrota sin agotar los recursos legales para reparar los daños que le ha causado el fraude, así como las ilegalidades que rodean al JNE.

Estas argucias, señor Sagasti, podrán ser prácticas comunes entre los “planificadores”; pero se convierten en delito de lesa humanidad cuando las sostiene quien aún funge de gobernante.

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