El contacto humano, entre lo virtual y real
Por Edistio Cámere
Los celulares han despertado la habilidad “dormida” por la fotografía. En todo evento amical, familiar o público se intenta inmortalizar los pasajes vividos para compartirlos en las redes sociales. La ventaja de los fotógrafos “móviles” es que capturan escenas naturales. En cierta ocasión, me mostraron un grupo de fotos tomadas en la clausura de un evento social, en las que se advertía a unos participantes con la cabeza gacha entretenidos con su celular. Estaban “lejos de la situación, pero cerca del celular”.
Lo virtual, que tiene la propiedad de la simultaneidad: permite estar en un lugar físico pero conectado con varias personas o situaciones a la vez en otros lugares, se está extendiendo aceleradamente a la vida cotidiana, olvidando que el don de ubicuidad no se predica al hombre cuya condición es estar en un sitio y no en otro en simultáneo.
La presencia que habla del presente reclama no solamente del cuerpo, también de la actividad de las facultades humanas. Cuando una persona está corporalmente en un lugar, pero su mente en otro, no está propiamente en ese espacio. Sentando frente a un libro, pero preso de ensoñaciones, parece que…, pero, no está leyendo. Cuando un grupo de amigos se reúne para conversar, pero cada quien está embelesado operando su celular, aun cuando ocasionalmente hagan un comentario en voz alta, parece que participan; sin embargo, se asemejan a un conjunto de personas que esperan la llegada del autobús. Su arribo es la razón de estar en un mismo espacio.
Cada situación o actividad abriga recursos que se tienen que descubrir para aprovecharlos en beneficio de la propia experiencia a condición de estar involucrados. Vivir al modo virtual es dejar escapar oportunidades que luego se hace cuesta arriba recuperar, primero porque no siempre se repiten con las mismas características y segundo, porque se llega sin la preparación adecuada, pues al dejar pasar las primeras oportunidades, las capacidades requeridas se quedaron sin ejercerlas.
Lejos de mí el satanizar el mundo virtual, su pertinencia está más que acreditada. No obstante, preocupa que se apodere de la cotidianeidad (la vida y el mundo real). El ensoñar es una actividad que puede dar paso a la creatividad y a la innovación; mas, si se hace constante, uno termina evadiéndose de la realidad. La simultaneidad en el mundo real no es viable.
El ser humano ocupa un lugar a la vez, ese lugar le incumbe y, porque le incumbe, tiene que personalizarlo y dotarlo de un sentido, ambas acciones se realizan en la medida en que uno esté presente con ‘alma, corazón y vida’. El celular es un instrumento al servicio del hombre. Vivir a plenitud implica usar las cosas con prudencia, esto es, jerarquizar los criterios que mueven nuestra conducta. Sin esa graduación, no solamente se navega en las redes sociales, sino que se termina navegando en la propia vida que es moverse y actuar a expensas de lo que apetece y no pechando los vínculos y compromisos contraídos.
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