ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

El Corredor de la Muerte

Imagen
Fecha Publicación: 25/05/2021 - 21:20
Escucha esta nota

Quintin Jones fue ejecutado con inyección letal el pasado 19 de mayo en la prisión de Huntsville, Texas, Estados Unidos. Había en ese momento pasado más de la mitad de su vida en el Corredor de la Muerte. A los 19 años asesinó salvajemente a su tía abuela de 83 años para arrancarle 30 dólares y consumir cocaína y heroína. El miércoles pasado, 22 años después, pagó por su crimen.
“Maté a alguien hace 22 años, pero yo no soy como esa persona. Me convertí en un hombre en el Corredor de la Muerte” dijo Jones, en su pedido de clemencia al gobernador, grabado en la cárcel y difundido en línea por el New York Times.
Lo terriblemente paradójico de este caso criminal, es que Quintin Jones paso más tiempo en el Corredor de la Muerte que en libertad en su casa y la calle, pero ese corredor fue para él un espacio de vida y reconciliación con su destino. De forma increíble, el niño y adolescente, con una infancia brutal, llena de abuso, pobreza y marginalidad, estuvo en el Corredor de la Muerte desde que nació y, más bien, ingresó en el corredor de la vida en la prisión de máxima seguridad de Hunstville, Texas.
En su condición de sentenciado a muerte, se dedicó a escribir cartas y a entablar una compasiva amistad con personas de las que sabía por las noticias que atravesaban un trance similar al suyo pero sin haber cometido ningún delito. En 2012, una muchacha de 23 años que contaba que su mundo se había reducido a la diminuta habitación de un hospital de Nueva York con muros blancos y luces fluorescentes en la que libraba una lucha aparentemente inútil contra la leucemia, recibió una carta de un hombre de Texas llamado Quintin Phillippe Jones. Sentí una especie de vértigo- señaló- a sabiendas de que provenía de un hombre que había cometido un crimen atroz.
Jones le dijo: “Sé que nuestras situaciones son diferentes, pero la amenaza de muerte merodea en nuestras sombras. Intenta ser lo más positiva y optimista que puedas, aunque muchos días es más fácil decirlo que hacerlo”. A pesar de su vida, Jones en sus cartas no la culpaba de su conducta criminal, expresando, al contrario, un gran remordimiento por la atrocidad que había cometido. Llegado a la prisión como un fantasma tan pálido como la cera, encontró en la religión, la sobriedad, en su familia y en sus amigos por correspondencia, esa paz que nunca tuvo fuera de la cárcel. En el fondo estaba libre y no como antes, prisionero de las abyecciones del mundo que le tocó en suerte vivir.
Jones entabló correspondencia con muchos en trance de morir. Entre sus amigos por correspondencia se encuentran una maestra de escuela en Alemania que libra una batalla contra el cáncer y un vecino de Fort Worth, Texas, que le brindó refugio alguna vez en su desvalida infancia. Una pequeña de 9 años en Inglaterra, Niamh, considera a Quintin como su hermano mayor. A una madre en Suiza cuyo hijo se suicidó, le escribió: “En lo personal, no me cuesta comprenderlo tan solo porque yo he intentado suicidarme antes. Debes buscar en lo más profundo de ti para poder superar ese sentimiento de querer morir, Madrina del Alma y confía en mí, no es algo fácil de lograr”.
“El verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele”, dijo el emperador Marco Aurelio. Quintin Jones se vengó del suyo durante más de la mitad de su vida.

Para más información, adquiere nuestra versión impresa o suscríbete a nuestra versión digital AQUÍ.

Puedes encontrar más contenido como este siguiéndonos en nuestras redes sociales de Facebook, Twitter Instagram.