El desencuentro en los parlamentos
El hombre es un ser que parlamenta, piensa, escucha y se pone de acuerdo. Con todo el antagonismo, los conflictos y las imposiciones como hierba mala ahogan y marchitan esas condiciones. ¿Qué está ocurriendo? Muchos factores se pueden señalar como causantes. Sin embargo, me gustaría centrarme en uno: el subjetivismo, que se caracteriza porque no admite otra realidad que la del sujeto pensante. Esta afirmación así expresada roza con lo obvio, ¿quién, en la práctica, no reconoce la existencia de una cosa o persona que tiene delante de sí? Sin embargo, la consecuencia trasciende lo real para asentarse en lo conceptual, en el plano de las ideas. El subjetivismo vendría a ser una suerte de corolario que se inició con el nominalismo, cuyo gestor fue Guillermo de Ockam (1285-1349).
Todo nominalismo se opone al principio realista que defiende la armonía entre las ideas y la realidad objetiva, ya que considera que los conceptos corresponden a un mundo ideal de formas o que se les mira como puros supuestos abstraídos de realidades concretas. Con lo cual, el valor objetivo del conocimiento pierde fuerza, dado que el objetivo abstracto y universal que representa los objetos no existe fuera de la mente, sino de una forma subjetiva, producto del entendimiento.
La conexión entre el subjetivismo y el nominalismo permite comprender que la ecuación: sujeto que conoce y la realidad; el yo y el no-yo, se ha ido gradualmente inclinando hacia el sujeto en perjuicio de las “cosas en sí”; es decir, las cosas son y existen porque yo las vivencio y denomino, y no porque están y son fuera de mí. Consiguientemente, los universales, los conceptos primariamente plenos de contenido en sintonía estrecha con la realidad, pierden condición de tales. Restan como recipientes vacíos a merced de los tantos elementos como realidades percibidas hubiera. Es decir, se reduce los elementos de la realidad a meros nombres acompañados de su respectiva imagen. De este modo, la comunicación sufre merma y eficacia en la comprensión.
Si acerca del concepto “hombre” tengo mi verdad, y mi interlocutor la suya, sin que se contrasten con la realidad propia del hombre ¿será fácil acordar el tipo de acciones a emprender con arreglo a su bienestar, por ejemplo? Cuántas veces se alzan voces en defensa o perjuicio de la libertad; sin embargo, ¿se coincide en su definición? Lo propio se aplica a conceptos tales como justicia, moral, democracia, estado, verdad, amor, etc.
La crisis de valores que golpea nuestra época es producto del nominalismo. La fragmentación de la unidad del sujeto que conoce con la realidad en sí, conduce –por un lado– al relativismo que agudiza la desconfianza y la aprensión con respecto al conocimiento y a las relaciones interpersonales; y, por otro, al activismo voluntarista, el hombre sobrecarga su función activa precisamente, para evitar la soledad, consecuencia de la pérdida del arraigo social y del saber.
Con similares criterios de fondo, producto de la armonía entre el sujeto pensante y la realidad, nuestros gobernantes encontrarían aquiescencia para distinguir las mejores estrategias y tácticas que lleven al Perú hacia el desarrollo, entendido en forma integral.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.