El día que la PUCP me dio la razón
Quien calla, otorga. Esa es una regla universal que se ha cumplido en el 99% de los casos en los que una persona acusa; y la otra parte, para evitar el escándalo, calla y acepta lo que el “afectado” reclama. En mi corta vida me he caracterizado por no callar nada, mucho menos si de dinero se trata, porque el dinero no nos cae del cielo. Vivimos en un mundo gobernado por el capitalismo, un libre mercado que nos da diversas opciones para elegir con costos distintos. Para cada producto hay un público definido.
Siguiendo estas reglas de elección en costos y beneficios es que llegamos a la elección de acoger a la Pontificia Universidad Católica del Perú como el “nido de inquietudes” para lograr el conocimiento que, se suponía, necesitaba para lograr objetivos profesionales. No puedo ser injusta con dos profesores a los que conocí en la PUCP, a quienes respeto y con los que he obtenido buenos y eficientes conocimientos durante los cursos que han dictado. Se trata de Fernando Hurtado y Jorge Vergara.
Ambos han compartido su conocimiento y no su ideología. Hicieron el trabajo por el cual el grupo de alumnos pagamos para recibir. Es así como debe funcionar el capitalismo: recibir el producto por el cual están intercambiando un valor.
Después de varios meses, quejas registradas en correos y comunicaciones directas con los asistentes del diplomado por la baja calidad de educación de diversos profesores, decidí no pagar la última letra de los “estudios”, porque no era el producto que se nos había sido ofrecido. Tampoco continué con los cursos finales. Pasaron los meses y a la PUCP, sin importarle si había terminado o no con satisfacción su proceso de aprendizaje, que es lo que avala su imagen y reputación, iniciaron con las amenazas de reportarme a Infocorp si no cancelaba la última letra de dicho diplomado. ¡What the fuck! Podrán entender mi reacción.
Mi decisión estaba tomada: no había forma de pagar por algo que no vale la pena. Respondí con un extenso correo a la secretaria general de la PUCP, exponiendo mis razones, sustentadas todas, por las que decidí no gastar un centavo más. Después de varios días, la PUCP respondió con la eliminación de dicha letra y con la nota de cero en dicho curso. Aquel día me hice la pregunta: si la PUCP defiende y está convencida de haber realizado un servicio de calidad en términos educativos, ¿por qué aceptaría eliminar un pago con base a un argumento –real- de pésimo servicio en su educación de posgrado?
La PUCP me dio la razón. Este es un precedente para que futuros estudiantes de posgrado o pregrado reclamen y exijan la calidad de educación que se merecen por ser un intercambio de valores. Objetividad y educación de calidad antes que ideología y posiciones personales. Este país necesita personas preparadas, no ideologizadas.
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