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El dilema de López Aliaga

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Fecha Publicación: 17/07/2025 - 04:56
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El atentado contra Donald Trump en plena campaña electoral en julio de 2024 puede haberlo victimizado entre sectores de la población estadounidense. Viéndolo así, sus peores antagonistas terminaron siendo sus mejores propagandistas indirectos. Trump volvió —otra vez— a la Casa Blanca.

Cierto es que muchos recurren a la herramienta de la polarización creyendo que siempre rendirá frutos. Pero el asunto es que puede ser también un recurso de doble filo y terminar destruyendo al sector que lo impulsa. Lamentablemente, el escenario de tensiones incitadas produce fracturas políticas, sociales y envenena el debate, la sana competencia y la alternancia en el poder. Esto ocurre cuando las estrategias de comunicación de los partidos y los candidatos se apartan de la prudencia política. Trump fue golpeado intensamente —incluso vía tácticas de Alinsky—, pero no es menos cierto que él mismo dio su cuota en la tóxica polarización. Por supuesto, ello no justifica, en absoluto, las agresiones físicas, incluyendo las letales.

En este y otros espacios hemos llamado la atención sobre la posibilidad de ataques mortales contra políticos en Perú. Es importante que los candidatos presidenciales, así como quienes postularán al Parlamento bicameral, a los gobiernos regionales y a las alcaldías en 2026, se protejan y no desestimen las amenazas.

En Ecuador lo hemos visto con el caso del presidenciable Fernando Villavicencio y, no hace mucho, con el senador Miguel Uribe Turbay en Colombia. Son varios los casos: en Brasil, por ejemplo, J. Bolsonaro llegó a ser apuñalado siendo candidato. Es lo que también hemos recalcado muchas veces aquí: tanto la violencia criminal como la violencia política se van superponiendo, trenzando objetivos y alterando, a conveniencia, el proceso político nacional.

Retomando el título de esta columna y trayendo el asunto, de cierta manera, al contexto peruano, vemos cómo el actual alcalde de Lima se encuentra dentro de una polarización radicalizada —múltiple en realidad y no bipolar— que, esperemos, no escale hacia el extremismo violento.

López Aliaga está enfrascado en una pugna en torno a sus obras, que parece desatar la ira de sus contradictores, afanosos en contener su popularidad. Hay quienes incluso dirían que, como pasó con Trump, solo le falta el roce de una bala.

A ‘Porky’ lo atacan izquierdistas, "centristas" (los caviares son los más iracundos) y hasta derechistas. Buscan obviamente socavarlo política y electoralmente. Pero la pregunta de fondo se mantiene: ¿le conviene a López Aliaga terminar su gestión como alcalde o renunciar al cargo y lanzarse a la presidencia? Ese es el dilema clave en el que se ubica hoy el líder de Renovación Popular.

Se dan, entonces, dos rutas decisivas para su futuro político. Por un lado, culminar su gestión en Lima le permitiría consolidar su imagen de gestor responsable y generar confianza gracias a resultados y el cumplimiento de compromisos, lo que fortalecería estratégicamente su candidatura futura si logra mantener una buena evaluación pública. Sin embargo, persiste el riesgo de que las críticas o problemas no resueltos terminen perjudicándolo políticamente.

Por otro lado, renunciar para postular a la presidencia podría permitirle aprovechar un momento de potencial popularidad o un contexto favorable para su partido. Esta opción trae el beneficio de capitalizar el impulso electoral, pero implica el costo de ser percibido como poco comprometido con Lima y enfrentar cuestionamientos por no cumplir su mandato.

En ambos escenarios, la elección es compleja: depende tanto del contexto político como de la percepción ciudadana sobre su gestión.

López Aliaga dijo en algún momento que terminaría su gestión edil. No obstante, sus seguidores, aliados y entorno político lo alientan a postular. ¿Podrían lanzar a otro candidato o candidata potencial por Renovación Popular? Cabe recordar que "Porky" ha manifestado en varias ocasiones que ofreció su organización a quienes quisieran contar con su apoyo, siempre sobre la base de un consenso racional.

Cerrando. Existen, por cierto, otras encrucijadas que afectan al conjunto de la derecha, muy relevante considerando el alto conservadurismo de la población peruana. Por ejemplo, ¿quién capitalizaría el voto derechista si “Porky” no va en la carrera presidencial? ¿Keiko, Álvarez, Butters...? ¿Qué estrategia de sus rivales, incluso enemigos, se beneficiaría de su ausencia?

Es evidente que desde la izquierda y sus funcionales en el sector caviar de "centro" —los mismos que hicieron presidente al prosenderista Castillo en 2021— hay deseo y ansiedad por un mayor fraccionamiento de las derechas, lo cual abriría mayores opciones de acceso en el próximo Congreso bicameral, especialmente en el Senado, donde hasta la extrema izquierda antisistémica aspira a tener presencia. Este es solo uno de los múltiples riesgos que enfrenta la derecha republicana, junto a temas como seguridad interna, relanzamiento económico, la amenaza de una asamblea constituyente, etc... factores que no pueden subestimarse.

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