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El disfraz social

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Fecha Publicación: 03/02/2024 - 22:50
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Nunca olvido cuando, en mi condición de conductor del noticiero matutino de canal 7, adopté una firme posición contra los delincuentes que encabezaron la toma del mercado de Santa Anita, en mayo de 2007.

Era claro que se trataba de una invasión ilegal bajo el ropaje de una justa demanda de humildes comerciantes, la mayoría mujeres con hijos pequeños, los cuales clamaban por retener sus puestos al margen del reordenamiento dispuesto para dicho centro de abastos.

Igual como ahora ocurre con las mafias que azuzan a las comunidades nativas contra las empresas mineras para luego extorsionarlas, una supuesta dirigencia de los comerciantes personificada por Bernardino Nieto y Herminio Porras alentaban el acto de violencia. Desde el canal 7, yo pedía todo el peso de la ley sobre la cabeza de los delincuentes.

Desde el diario La República, una columnista y futura congresista, dedicó líneas de condena a mi postura. ¿Cómo era posible que yo usara la tribuna mediática del Estado para instigar una “masacre” de gente pobre y marginal cuya única senda de visibilidad era la “protesta legítima” expresada en la toma del mercado?

Finalmente la policía ingresó a Santa Anita y propició un desalojo pacifico mientras que Nieto y Porras se daban a la fuga, y la prensa daba cuenta de su prontuario.

Años después, en 2012, los mismos personajes impulsaron la toma de La Parada que también había sido declarada en reorganización por la alcaldesa de Lima Susana Villarán, íntima amiga de la columnista de La República y futura congresista.

Traigo a cuento la anécdota debido al aparente feliz acuerdo entre autoridades nacionales y regionales de Cusco con los emisores de boletos para visitar la ciudadela de Machu Picchu cuya intransigencia por evitar la automatización del servicio y seguir medrando de un escandaloso carrusel mil veces probado, ocasionó una paralización del turismo receptivo hacia tal maravilla histórica.

En la misma línea de Santa Anita, la izquierda presentó el conflicto como un “problema social” abogando por los cientos de informales que burlaban el imperio normativo no solo para evadir el pago de impuestos, sino para concentrar en un modelo arcaico la expedición de los boletos.

Con una impecable argumentación, la tecnóloga Maite Vizcarra ha descrito las pérdidas y riesgos que acarrea haber prescindido de la plataforma digital Joinnus –la más avanzada en el rubro de comercialización de entradas para toda clase de eventos artísticos y culturales – sólo por ignorancia y complacencia con un grupo de mafiosos. (“El berenjenal de Machu Picchu y la innovacion”. EC 1 febrero).

La misma complacencia para con los contrabandistas de Puno, los mineros ilegales (no informales ni artesanales), los depredadores forestales que no son los amparados por la reciente ley mediante la cual se reconoce las áreas agrícolas desarrolladas hace varias décadas. El disfraz social de comunistas y caviares siempre está presto para las causas más abominables y contrarias orden jurídico del país.

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