El estadista Winston Churchill
El 24 de enero de 1965, como hoy, es decir, hace 59 años, cerro los ojos el robusto Winston Churchill, célebre primer ministro del Reino Unido; lo fue en dos ocasiones: (1940-1945 y 1951-1955). Ha pasado a la historia universal como uno de los personajes más notables del siglo XX, sobre todo durante la etapa de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), destacando por su marcada influencia en la política interna e internacional de su país para encarar la guerra provocada por Adolfo Hitler. Churchill fue esencialmente un hombre de Estado y en ese marco fue uno de los más importantes estadistas de la Europa del siglo XX. De una formación humanística impresionante –fue historiador, escritor, militar y ejerció la actividad periodística– este afamado político de notable verso y verbo, simboliza la ecuanimidad y la entereza a la máxima potencia, al guiar con acierto a su país durante la guerra de 1939, preparando a su pueblo y a su rey, Jorge VI.
En efecto, la amenaza nazi jamás amilanó al líder político británico que, ante los avances alemanes, dirigiéndose a la Cámara de los Comunes del Parlamento del Reino Unido al suceder en el cargo a Neville Chamberlain, el 13 de mayo de 1940, hizo célebre la afamada frase: “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Se opuso a los republicanos durante la guerra civil española pero actuó a discreción confirmando la política de No intervención, uno de los principios más relevantes del derecho internacional, cuidando siempre -era su preocupación- que España impidiera el paso de la Armada inglesa por el estrecho de Gibraltar. Tuvo carácter y no ocultó su liderazgo en su emblemático encuentro con el soviético Iósif Stalin y el estadounidense Franklin D. Roosevelt, en el palacio imperial de Livadia, en Yalta, Ucrania –anexada por Rusia en 2014–, discutiendo los términos del final de la guerra y las dinámicas del poder que seguían luego de la conflagración bélica mundial. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1953 y el gobierno de los Estados Unidos de América, lo declaró su Ciudadano Honorable. Murió a los 90 años en 1965, cuando la reina Isabel II –hija de Jorge VI–, la monarca que más tiempo ha llevado al frente de su reino (70 años), contaba algo más de una década en el trono, y como la propia reina había dejado entrever, al mantener con Churchill una de las relaciones políticas y humanas más importantes y de aprendizaje permanente para cumplir su mejor rol como jefa de Estado. Mirando a América Latina, y especialmente al Perú, no será difícil, en consecuencia, concluir que necesitamos estadistas como Churchill.
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