¿El Estado soy yo?
Por Francisco Calisto Giampietri
Una de las banderas de lucha que flameaba el ex usuario del sombrero en su campaña y en su devenir diario, era el centralismo o limeñismo del país, me hace recordar a la frase de Abraham Valdelomar “el Perú es Lima, Lima es el jirón de la Unión, el jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo”, así ha venido el incoado individuo, dando botes en la casa de Pizarro desde el inicio del mandato, promoviendo el enfrentamiento entre peruanos, despotricando sobre los doscientos años de centralismo, arrogándose el papel de sufrido campesino y profesor rural, que ante el oprobio generado por la dizque clase superior, pregona pues en parques y plazas que se someterá a las investigaciones por las injustas acusaciones que le imputan y dos días después de que lo hace, anuncia por interpósita persona, que no recibirá a la Comisión de Investigación del Congreso, generando como excusa un viaje de último momento al interior del país, rodeado de sus aduladores y en busca de sus zalameros, al más puro estilo del politiquero barato, todo esto mientras que el país se desploma.
Un claro ejemplo de esto es el de la empresa más importante del país, Petroperú, que luego de una improductiva inversión en la subutilizada refinería de Talara y la cooptación de la empresa estatal por el partido oficialista, mediante la orquestación de su recientemente defenestrado gerente general, hoy está casi al borde de la quiebra, y sin ningún tapujo un nefasto y cuestionado personaje, que ganara oscuramente los concursos de suministro de biocombustible, ha manifestado que no podrá cumplir con el compromiso de proveer el carburante al Estado, justo ahora que las gasolinas están en el precio más alto de nuestra historia, como si eso fuese poco, tenemos a una empresa de renombre internacional como Price Waterhouse Coopers (PwC) que evidencia el mal manejo de la referida empresa, al haber desistido de efectuar la auditoría necesaria para transparentar el análisis actuarial de los bonos emitidos en el extranjero, esto por su desconfianza en la gestión de la empresa estatal, generando que las calificadoras de riesgo Fitch y Standard & Poors clasifiquen a los bonos emitidos por Petroperú como bonos basura, lo que por supuesto afecta la liquidez, seriedad y sostenibilidad de la empresa, poniéndola al borde de la quiebra.
Este manejo cuasi virreinal del Estado, realmente hace cual carrito chocón, nos demos contra la pared a diario llevados por el más ineficiente, incapaz y controversial gobierno de los últimos tiempos y que todos los peruanos con un poco de sentido común, lo vemos como la máxima oda a la ineficiencia y oclocracia, con un sacha gobernante, que cual Nerón incendia el país, mientras de perfil tocamos el arpa embelesados con el temporal espectáculo y ¡acá no pasa nada! Definitivamente es un culto a la impunidad, sentimos que vivimos lo más cercano a una cuasi monarquía totalitaria, que nos haría recordar al mismo Luis XVI de Francia cuando decía, “El estado soy yo”, donde el monarca entre otras cosas corona su miopía cerebral, nombrando como asesor de su ministro al hermano de la fiscal que lo investiga, salta pues la pregunta de rigor, ¿nos merecemos semejante ultraje de tan nefasto personaje? ¡¡¡Despierta Perú... despierta!!!
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