El éxito versus la identidad
Hoy en día han aparecido patrones sociales que relacionan el éxito con el tener un estilo de vida que exteriorice signos reconocidos socialmente como de ‘moda’ o ‘modernos’. En la connotación del ‘éxito’ influyen productos cuya repetida aparición en los medios ofrecen –como consecuencia de su adquisición– una suerte de ‘nivel’ que no se alcanzaría de otro modo. Sin una cerveza en la mano, la diversión nos sería adversa. Sin un celular, la vida se escapa de las manos sin orden ni oportunidades. Un cuerpo apolíneo sorprende si se consume productos light; se padecen estoicas sesiones reductoras de peso, y nos reconstituimos con bebidas rehidratantes…
La identidad, como valor general, se forja apropiándose de las conductas y costumbres que modelan el líder o los integrantes de un grupo social. Cuanto más uno se mimetice con ellos, descuidará configurar la propia identidad atendiendo a las características y circunstancias personales. Es frecuente advertir la tendencia de vivir ‘en’ otros o ‘como’ otros, no en el sentido de que vamos hacia un encuentro interpersonal significativo: la familia, los amigos, el maestro… Esos ‘otros’ medran en el imaginario colectivo, de quienes sólo pueden imitar lo repetible, lo uniforme y lo que brilla en la superficie.
La prisa por alcanzar el éxito impide que se le busque en el ámbito que le corresponde: la realización personal. “La realización personal significa llegar a ser lo que uno es, llegar a ser –llegar a hacerse realidad– uno mismo: precisamente en eso consiste la identidad” (Terrasa, E. 2005). Llegar a ser lo que uno es implica no ser otro; cada uno es singular e irrepetible y, desde esa condición radical, el éxito no puede ser ‘uniforme’. Más bien se ajusta a cada persona que tiene una vocación, un propósito en su vida que debe descubrir y realizar. El ser consciente de responsabilidad nos encamina al encuentro de la propia identidad.
En cierta ocasión, escuché esta afirmación: “Lo crucial no es saber cuánto se gana sino en qué se gasta el dinero”. Y es que en la asignación del gasto se descubre lo poco uniforme que puede ser el concepto del éxito. A la pregunta: ¿En qué gastaría el dinero un escritor o un artista plástico?, la respuesta inmediata del primero sería en libros y la del segundo en materiales para pintar. El consumismo ha vendido la idea de que el éxito es un bien que puede comprarse a bajo precio y lucirlo como de gran valor. El éxito es una tarea personal que, con esfuerzo y tesón, tiene que conquistarse sin hipotecar la propia identidad. La diversidad, consecuencia de la singularidad del hombre, predica múltiples modalidades y caminos para lograrlo, que no es un rótulo que distinga sino un calificativo que nombra a la realización personal. Ser uno mismo es un destino. El trayecto está sembrado de alegría, de victorias, de reconocimientos, pero también de tristezas, de derrotas y momentos opacos y duros. Mientras se esté en camino correcto, el hombre saboreará el éxito… íntimo y personalmente.
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