El frente externo del Perú también incluye a las Fuerzas Armadas
Apenas asumí el cargo de canciller, le pedí al entonces ministro de Defensa, José Luis Gavidia, reunirnos, pues el frente externo del Perú, debía mirarse desde una perspectiva de unidad, correspondiendo, entonces, un trabajo conjunto y en equipo, entre diplomáticos y militares. Mi primera preocupación era y sigue siendo acabar con los prejuicios de creer que los militares sirven para recibir órdenes, que no profesan el juicio crítico como uno de sus mayores activos, y que, en consecuencia, son una especie de eficaz soporte logístico para los trabajos de fondo que realizan los profesionales de Torre Tagle o de cualquier otra entidad del aparato del Estado. Para acabarlo, debíamos llevar adelante la tarea de visibilizar su valioso talento al hacer prospectiva geopolítica todo el tiempo, sin la cual, por cierto, ningún presupuesto de las relaciones internacionales o de la diplomacia, podría echarse a andar en forma óptima y eficaz para los intereses del país.
El plan que por tiempo no se pudo concretar -mientras preparaba mi estrategia para coordinar con Gavidia, se produjo su salida del Gabinete, y a poco de que asumiera su reemplazante, se produjo también mi renuncia- era que dos oficiales de las Fuerzas Armadas, en el grado de coronel o capitán de navío, pudieran cumplir funciones en la sede del ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, tal como actualmente pasa en el ministerio de Defensa donde es destacado un funcionario del Servicio Diplomático de la República en la categoría de ministro. Eso no sucede y no está bien. Lo segundo, es que nuestras embajadas en los países de la comunidad internacional y nuestras representaciones permanentes ante organizaciones y organismos internacionales pudieran contar con un mayor número de agregados militares, navales o policiales, y que el tiempo de su permanencia en el exterior, debe aumentar por lo menos a tres años -actualmente es de solo dos y los diplomáticos cuentan 5 años- y eso tampoco está bien. En tercer lugar, pues nuestra representación permanente ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, donde se encuentra el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, debería contar con un número realmente significativo de militares. Estoy refiriéndome al órgano del mayor foro político del planeta que tiene facultades de uso de la fuerza en el planeta y es un completo despropósito que solo se cuente con tres de los dieciséis que integran dicha representación peruana; y finalmente, que los estudios de formación, capacitación y/o perfeccionamiento en la Academia Diplomática del Perú y en las escuelas militares permitan el verdadero intercambio o sincretismo profesional. Los militares llevan cursos en la Academia Diplomática pero no comparten aulas con los diplomáticos, lo que, en cambio, sí pasa con éstos en las escuelas superiores de guerra, o los alumnos de la Academia Diplomática o los cadetes de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional del Perú, ni por asomo llevan cursos en las instituciones académicas de los otros. Si queremos contar nuestro frente externo con una sola mirada compacta, cambiemos este asunto que aquí presento, y lo hago en el marco de la reciente celebración, ayer domingo 24 de setiembre, el Día de las Fuerzas Armadas del Perú, tributando homenaje a uno de mis maestros que conocí en Torre Tagle, el excanciller de la República, General de Div. Edgardo Mercado Jarrín, que fuera Miembro Titular de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional, y el mayor geopolítico del Perú contemporáneo. Dejo esta inquietud, que la he tenido siempre, a nuestros cuatro congresistas militares. Demos pasos concretos pensando siempre en el interés nacional.
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