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¿El fujimorismo se caviariza?

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Fecha Publicación: 12/01/2025 - 23:00
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A cuatro meses de la muerte de Alberto Fujimori Fujimori, fundador de la dinastía política fujimorista, podemos especular que, formalmente, el partido político fundado por la hija de este, Keiko Fujimori Higuchi, hoy no abrigaría los principios, esperanzas ni las grandes aspiraciones que tuvo su padre respecto a la concepción del país que, con gran esfuerzo y éxito, estableció a lo largo del tiempo que gobernó el Perú. Allí aún quedan registrados aquellos cambios trascendentales para la vida diaria de los peruanos, basados en esos principios y fundamentos que, precisamente, registra la Constitución vigente, promovida por Alberto Kenya Fujimori.
Gracias a ella, Fujimori padre pudo consolidar algunas reformas estructurales básicas; aunque, simultáneamente, desechó imponer otras, como prohibir que continúe operando Petroperú como empresa pública. Sin embargo, hay que reconocer que la corriente fujimorista, promovida por Alberto Fujimori, sí fue capaz de reestructurar, de manera radical, una parte del elefantiásico Estado que había heredado. Capítulos que, repetimos, con inteligencia y habilidad, Fujimori logró incorporarlos a la Carta Magna.
En un abrir y cerrar de ojos, los efectos de semejante transformación produjeron que el Perú dejase atrás el ataúd donde se le velaba. A fin de cuentas, esas reformas nos permitieron dejar de ser perdedores; lo que ha quedado registrado en los anales de nuestra breve, pero contundente historia como una nación exitosa.
Aunque, con posterioridad, tras la llegada al poder de Toledo, Humala, Kuczynski, Vizcarra, Sagasti, Castillo y Boluarte, la venganza socialista resultó ser devastadora; pletórica de maniobras políticas tóxicas, destacando la politización de la Justicia, aparte de malversaciones por doquier y gran desesperación por efectivizarse para destruir la moral nacional. Entonces entró en juego la mafia del sistema jurisdiccional liderada por Gustavo Gorriti, e ipso facto la Justicia pasó a ser un apéndice de la política con minúscula. Esto viene sucediendo desde hace muchos años.
Progresivamente, la Carta Magna aprobada por Alberto Fujimori ha seguido perdiendo vigencia, mientras continúa recobrando poder el pendenciero código de los caviares. En medio del desconcierto sociopolítico y económico que viene imponiendo semejante revoltijo, todos los síntomas apuntan a que Keiko Fujimori habría decidido darle la espalda a la memoria de su padre, últimamente fallecido, virando a la izquierda. ¡Inclusive aproximándose a sus principales enemigos de antaño, en gesto artero hacia sus leales votantes!
Quienes repetida, terca e inútilmente votaron tantas veces por Keiko, esperanzados en que gane y el Perú vuelva a resurgir —tal como ella lo ha prometido—, todo indica que ya habían sido traicionados. Si bien es una mera especulación de este escriba, la realidad de los hechos apunta a que algo se pudre en el fujimorismo.
El propio silencio sepulcral de su lideresa, sumado a la zigzagueante conducta de dicha agrupación política y, particularmente, la actitud distante al pueblo de muchos de sus dirigentes, respaldan esta especulación. Tanto que preferimos advertirla, antes de que la sorpresa termine de desmoralizar a los fujimoristas. La muerte del padre de Keiko; sus interminables rencillas familiares; y aquel silencio suyo, seco y prolongado, que sobrecoge a sus seguidores, avalan nuestra especulación.

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