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El gigante de ojos azules

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Fecha Publicación: 25/07/2023 - 22:30
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Nació en Salónica en 1902 y murió en Moscú en 1960. Nazim Hikmet, el poeta más universal de la lengua turca fue perseguido, estuvo preso y conoció el exilio. Su obra se caracteriza por un intenso lirismo y un estilo coloquial que le imprime cercanía, sencillez y ternura. De toda ella, su poema “El gigante de ojos azules”, es una muestra especialmente reveladora.

Sus primeras estrofas dicen: “Un gigante de ojos azules/ amaba a una mujer pequeña/ Cuyo sueño era una casita/ Pequeña, como para ella/ Que tuviera al frente un jardín/ con temblorosas madreselvas/ El gigante amaba en gigante/ Su mano, a grandes obras hecha/ Mal podía construir los muros/ Ni usar el timbre de la puerta/ De una casita con jardín/ de temblorosas madreselvas”.

En “El albatros”, del poeta francés Charles Baudelaire leo conmovido: “…reyes azules, extensos pájaros de los mares/ que los marineros han puesto sobre las tablas…/ y ellos torpes y avergonzados/ mirando sus grandes alas blancas/ como remos arrastrándose…/ El poeta se parece a esos príncipes de las nubes exiliados en la tierra…/sus alas de gigante, les impiden caminar”.

En ambos poemas, la similitud entre el albatros y el gigante de ojos azules es evidente. En el primer caso, sus alas, y en el segundo “su mano a grandes obras hecha”, nos describen una grandeza que es, sin embargo, una limitación: el extenso pájaro de los mares vuela majestuoso en las alturas, pero en la dura tierra no puede caminar, mientras el gigante que ama en gigante no sabe cómo satisfacer a una mujer pequeña a quien no le importan sus manos a grandes obras hechas, sino su casita de ensueño con temblorosas madreselvas.

El final es evidente y diáfano: “El gigante de ojos azules/ amaba a esa mujer pequeña/ que pronto se cansó, mimosa / de tan desmesurada empresa/ que no concluía en un jardín/con temblorosas madreselvas. / Adiós, ojos azules, dijo/ Y con graciosa voltereta/ Del brazo de un enano rico/ Penetró en la casa pequeña/ Que tenía al frente un jardín/ con temblorosas madreselvas”.

Baudelaire lo sabía –como si lo llevara en la sangre–: “Este viajero alado, ¡cuán torpe y débil! / Él, otrora hermoso, ¡tan feo y cómico!” Hikmet lo sabía también: “El gigante comprende ahora/ Que amores de tanta grandeza/ No caben ni siquiera muertos/ En esas casas de muñeca/ Que al frente tienen un jardín/ con temblorosas madreselvas”.

El albatros vencido sobre las tablas y el gigante perdido en el próspero país de los enanos, son los mansos de corazón de una historia llena de espadas y de héroes.

Jorge.alania@gmail.com

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