El «golpe parlamentario»
Durante el primer gobierno de Belaunde, parte de la izquierda intentó infiltrarse en Acción Popular, mientras que los más extremistas prepararon distintos focos subversivos. En la dictadura militar algunos grupos sirvieron a la maquinaria estatista, como el Partido Comunista moscovita, y otros conspiraron para iniciar la lucha armada. Siendo un tercio de la Asamblea Constituyente de 1978, trataron de boicotear los debates y acuerdos, y finalmente se negaron a firmar la nueva Carta que abría la posibilidad de recobrar la democracia. La aversión de la izquierda marxista hacia el verdadero ejercicio de la política, entendida como la búsqueda tolerante de acuerdos y compromisos, es evidente en la historia republicana. Por su propia ideología, la izquierda considera imprescindible imponer su modelo sin negociación o concesión alguna, siendo válidos todos los métodos que sean necesarios, desde el uso sistemático de la violencia hasta la desnaturalización de las instituciones del estado democrático.
Por eso causa hilaridad leer y escuchar a sus representantes hablar de golpe de estado cuando las agrupaciones democráticas logran conciliar posiciones, haciendo política, y separan a activistas de izquierda de las magistraturas por actuar de forma arbitraria e inconstitucional, favoreciendo a sus aliados y perjudicando a quienes no se sometían a sus directivas. Como en la genial novela 1984 de George Orwell, hablan de separación de poderes cuando creen en la dictadura del partido único; denuncian corrupción en la oposición, cuando por varios quinquenios, ejercen la defensa estratégica de las constructoras brasileñas; exigen respeto a la autonomía judicial, cuando han pervertido la administración de justicia utilizando miles de audios ilegalmente obtenidos a fin de amenazar a jueces y fiscales, utilizándolos como piezas de un siniestro ajedrez.
Al combatir políticamente a los extremistas es necesario recordar que carecen de prejuicios éticos y morales; ellos usarán a jóvenes sin personalidad para atacar a policías en las calles o incendiar aeropuertos, asesinarán o enviarán a prisión a dirigentes opositores, venderán al país a cambio de financiamiento desde regímenes socialistas, y cuando los sorprendan cometiendo delitos acudirán con sus ONG aliadas a la Comisión Interamericana en procura de protección. Son tan predecibles que aun los periodistas menos experimentados ya prevén sus trucos seudojurídicos en busca de las famosas medidas cautelares, siempre a disposición de los representantes de la izquierda.
El reto actual es consolidar el bloque democrático en el Congreso, superando las graves deficiencias individuales en cuanto a formación y capacidad, apuntando tanto a desmontar el andamiaje caviar en el estado como a las reformas que permitan mejorar la calidad de la representación política en el futuro mediato. De eso depende nuestra democracia.
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