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El impacto social de un poder sin liderazgo

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Fecha Publicación: 02/07/2022 - 22:30
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Por Edistio Cámere

Con su conducta, los líderes de un país, de una organización y hasta en la propia familia, comunican y expresan el estilo y los principios que rigen su vida; en cierto modo, sus decisiones configuran una cultura que facilita o dificulta el andar de quienes están en el marco de su jurisdicción. La consecuencia es de sentido común: los modelos señalan y presentan un camino viable y el ejemplo inspira encarnando las palabras.

A propósito del modo como se ha abordado la cuestión del plagio de la tesis y de toda una serie de actuaciones de no pocos altos funcionarios del Gobierno, me pregunto qué mensajes se les está trasmitiendo a las generaciones que vienen detrás. La economía –no sería la primera vez– se suele recuperar en el mediano plazo; las relaciones internacionales pueden volver a su cauce; la construcción de carreteras y puentes puede recuperar el tiempo perdido; sin duda, otros sectores que han sufrido una desaceleración en su crecimiento pueden volver a activarse con nuevos bríos. Sin embargo, el impacto que una conducta antojadiza, de dudosa moralidad y con una clara decisión de anteponer las estrategias de gestión para concretar los propios intereses, postergando los proyectos que miran al beneficio de la población, es efectivamente venenosa para los ciudadanos, en la medida que afecta su seguridad, la confianza en cualquier instancia o institución que califique como autoridad; en la ilusión por el futuro; y, sobre todo, porque quien por su alta investidura, en vez de convocar y conducir hacia la unidad, divide, encona, uniformiza y fomenta la autodefensa individualista, precisamente porque sembró la desconfianza entre los compatriotas.

La cuestión de la tesis copiada ha evidenciado que estamos cercados por la cultura del relativismo que tiene todos los visos de instalarse en nuestra nación. A la fecha, la verdad aún no se ha abierto paso. Las opiniones, los juicios y emociones recorren las costuras de la sociedad generando desasosiego y desconcierto entre los ciudadanos.

Unos dilatan el pronunciarse formando comisiones investigadoras; otros fuerzan justificaciones vanas y pueriles al alimón con definiciones que distan mucho de aclarar el concepto de plagio; en suma, quienes, ante las muestras de indicios o pruebas de plagio debería hablar, brillan por su silencio. Los días transcurren y la verdad sigue sin conocerse. El relativismo como forma de gobierno y de conector entre las instancias sociales, abona en favor de la impunidad. Total, mientras se detente el poder, se podrá concebir y fantasear pomposos sentidos y significados a las palabras con la anuencia y soporte de los aliados –de los convenidos– del Gobierno: partidos políticos dizque democráticos, y de algunos medios de comunicación que machaconamente difunden “esos conceptos” hasta que se “normalicen” y formen parte del lenguaje cotidiano. Un liderazgo basado en la falsedad y el engaño tritura la importancia de la verdad como conectivo social y deslegitima el valor moral de la palabra empeñada: hasta ahora, todavía en el Perú, en muchas regiones, la palabra dada se honra.

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