El invitado de piedra
El Ministerio de Trabajo ha creado un grupo de trabajo para reformar el Seguro Social (EsSalud). Esta decisión política sorprende por el carácter público-privado de la composición del grupo y por provenir justamente del ministerio autor de dos iniciativas populistas nocivas, la que limita la tercerización y la que promueve la sindicalización.
El grupo de trabajo para la reforma de EsSalud -al que Confiep ha dado la bienvenida- está conformado por trece apóstoles. Siete provienen del Estado -incluido su presidente, el ministro de Trabajo- y seis del sector privado, si se considera privado al Seguro Social, como debe, puesto que sus dueños son los pensionistas y no el Estado.
Los siete del sector público son todos del Ministerio de Trabajo. De los seis restantes, dos representan a EsSalud, otros dos a los empleadores (uno de la mediana y gran empresa y otro de la pequeña y la micro) y, finalmente, otros dos representan a los trabajadores y pensionistas (obsérvese que los pensionistas, los verdaderos dueños de EsSalud, tienen un representante de un total de trece).
Hasta los 90, el Seguro fue y ha vuelto a ser ahora el organismo híbrido -ni público ni privado- que por décadas permitió su saqueo.
La función del grupo hoy es elaborar un diagnóstico de EsSalud y proponer lineamientos para su reforma. El grupo se instala este 25 de noviembre y dispone de 60 días hábiles para producir su informe.
Para ello, el grupo puede si quiere -esto es discrecional- invitar representantes de otras instituciones públicas y privadas, y pedir asistencia a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y la Organización Iberoamericana de la Seguridad Social (OISS). La secretaría técnica del grupo, desde luego, es el Ministerio de Trabajo.
Reformar la Seguridad Social es una de las prioridades hoy no solo en el Perú, sino en el mundo. Sin duda, un equipo público-privado verdaderamente paritario podría hacer un trabajo importante en ese objetivo. Pero los indicios apuntan a otra parte. No cabe duda de que el Estado prevalecerá en él. Nuevamente en esta ocasión la participación privada -es decir, la que sería estrictamente tal- se limita a ser la de un invitado, u convidado de piedra cuya presencia es accesoria.
Para el pensamiento de izquierda, el protagonismo debe hallarse en manos del Estado. El sector privado es un intruso, un estorbo sospechoso al que hay que vigilar. Es la empresa en el Perú, no el Estado, quien tiene un rol subsidiario en la economía. Esta montruosa tergiversación constitucional es hija de la irresponsabilidad de la izquierda.
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