El mal endémico que debemos derrotar: la corrupción
La corrupción se originó cuando el poder y la riqueza se concentraron en manos de unos pocos. En Babilonia, el Código de Hammurabi (circa 1754 a.C.) ya sancionaba el soborno, que era evidenciado públicamente cuando los jueces emitían sentencias injustas, lo que vulneraba la justicia y la legitimidad de la autoridad.
En la Antigua Roma, la corrupción fue evidente en la República y el Imperio. Cicerón, en su Tratado de Deberes –De Officiis (44 a.C.)–, denunció las prácticas corruptas de los gobernantes y magistrados y nos dejó una frase ejemplar: “la corrupción es el peor enemigo de la justicia”, muy a pesar de que ya se había legislado sobre la materia mediante la Lex Iulia de Repetundis del año 59 a.C. No obstante, tal como sabemos, una norma no cambia a la sociedad ni sus costumbres de un día para el otro.
Ahora bien, en Oriente también existió este mal. La dinastía Tang de China (618-907 d.C.) legisló contra la corrupción pública y Confucio inculcó siempre la rectitud moral en los gobernantes como una forma de evitar la degradación del poder.
Corrupción viene del latín corruptio, que es el efecto de destruir algo por putrefacción. Legalmente hablando, la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (2003) precisa que es “toda conducta ilícita por parte de funcionarios públicos u otras personas, que implique la desviación del ejercicio de sus funciones en beneficio propio o de un tercero.”
En el siglo pasado, uno de los casos más conocidos fue el escándalo Watergate en Estados Unidos. Estos hechos, que incluyeron espionaje y encubrimiento, llevaron a que el presidente Richard Nixon renunciara en 1974. En el siglo presente y en nuestra Latinoamérica, el caso Lava Jato, que en portugués significa utilizar lavaderos de vehículos y estaciones de servicio para fines ilícitos, ha sido el más emblemático, llegando a vincular a muchos gobernantes de países vecinos e incluso en nuestro caso.
Este mal tiene consecuencias funestas por donde se vea: socava la legitimidad del gobierno y las autoridades, destruye la confianza en las instituciones públicas, aumenta las brechas sociales, se convierte en un lastre para el desarrollo, daña el mercado, desincentiva o ahuyenta la inversión y genera pérdidas difíciles de recuperar.
En el Perú, hemos tenido este mal desde la colonia, y es más que recomendable la obra titulada Historia de la Corrupción en el Perú del destacado historiador peruano Alfonso W. Quiroz (1956-2013), en la que se detallan los diversos actos acontecidos en nuestro territorio desde la colonia hasta los años 2000, además de brindar costos estimados de dichos actos y datos interesantes bien referenciados. Toda una obra que da gusto leer.
Recordemos a Mario Vargas Llosa, esta vez en su libro El pez en el agua (1993), mediante el cual nos relata sus memorias y en una de ellas, referida a su vida política, nos indica que la corrupción es una manera de gobernar, y que, cuando se convierte en el sistema, destruye no solo la moral pública, sino la vida de las instituciones y de todos nosotros.
(*) Abogado, docente universitario, consultor legal
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