El miserable discurso de la pobreza
Resulta inaudito que estando ad-portas de celebrar 200 años de independencia, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) continúe evaluando el desarrollo país con mapas de mayor o menor pobreza. Reproduce así, un miserable discurso de sentido común donde “ser pobre” se convierte en una especie de status privilegiado.
Un miserable discurso que privilegia ser beneficiado con programas sociales del Estado, en vez de ser premiado por generar riqueza, categoría utilizada por el mundo moderno, para medir avances en el ámbito social y económico contemporáneo.
Que INEI revele que en el 59.3% de los 1,874 distritos del Perú (1,111 distritos) la pobreza se redujo en más de cinco puntos porcentuales los últimos cinco años, o que en 178 de estos distritos la pobreza monetaria se elevó en más de cinco puntos porcentuales, no significa ningún aporte trascendental si queremos salir de este círculo vicioso del elogio a la pobreza, y desterrar de nuestras mentes ese imaginario de la derrota al que nos acostumbraron las viejas élites conservadoras y mercantilistas del país.
Necesitamos hoy de un discurso ganador, uno que nos hable de mapas de riqueza, uno que nos diga en qué sectores productivos, comerciales y de servicios, especificando en cuáles, las regiones comienzan a convertir emprendimiento y generación de riqueza en historias de la vida real.
No bastan las historias de siempre. Necesitamos enfoques distintos, donde identifiquemos nuevos perfiles de éxito de los peruanos.
Necesitamos hablar de los pequeños y medianos empresarios exitosos, que hoy ponen la mira en los mercados internacionales, que hoy quieren exportar bienes y servicios, sin complejos ni temores, reconociendo el fracaso como un insumo para el éxito, porque las derrotas empresariales son las que terminan formando a los grandes hombres de negocios del mundo.
Necesitamos un Estado que incentive competencia y competitividad. No promovamos más conformismo. Si convertimos la pobreza en un valor social estamos destinados a ser una sociedad de derrotados y perdedores. Me rehúso a ello y me revelo. Los peruanos llevamos en el ADN una opción innata para innovar y sobrevivir.
Sobrevivir, por cierto, no significa quedarse en un permanente estado de agonía. El secreto es convertir esa vitalidad que antecede a la posible muerte, en una fuerza que potencie el espíritu, al punto de convertir la adversidad en oportunidad. A ella debemos hablarle, a ella debemos identificarla, a ella debemos convertirla en historias de peruanos que hagan realidad el sueño de la conquista empresarial.
Así como rechazamos el discurso del miedo ante la amenaza del coronavirus, y lo convertimos en una oportunidad para incentivar la investigación clínica, debemos rechazar también el discurso de la pobreza y convertirlo en uno que priorice generar riqueza como una prioridad para el país. ¿Qué esperamos?