El mito del Estado empresario
Soy un convencido de que hoy en el país un “eficiente” actor privado siempre será mejor gerente y administrador de empresas que un funcionario público. La razón es muy simple. El burócrata peruano no tiene en su ADN el chip de generar riqueza ni fines de lucro. Pero de allí a creer que no pueden existir empresas del Estado hay un mar de distancia.
El problema de la falta de experiencia gerencial pública no es un problema de naturaleza institucional, sino del instinto empresarial de los individuos que trabajan allí. Me explico. No por ser pública una empresa está destinada al fracaso. Eso sería pensar que las empresas del mundo solo podrían ser privadas, y eso es una aberración.
La mejor demostración del fracaso de las empresas privadas en el Perú es la lamentable situación en la que se encuentra su reputación luego de los últimos 30 años de corrupción. Y la mejor demostración del éxito de las empresas públicas de otras partes del mundo es que a ningún país que lidera el ranking de desarrollo se le ocurriría proponer que todas las empresas públicas deberían privatizarse.
No comparto ni por casualidad, por cierto, las recientes declaraciones del ministro de Justicia, Vicente Zeballos, de proponer la creación de una aerolínea estatal. Si quiere promover mayor competencia, mejor servicio y precios más económicos para beneficio del usuario, basta con desconcentrar el mercado, evitando el evidente abuso de posición de dominio que hoy ejerce una empresa privada.
Jamás se me ocurriría que una empresa estatal lo haría mejor. Ni promover un control de precios. Eso es arcaico. No tiene sentido promover la existencia de empresas públicas donde naturalmente llegan los actores privados. Pero mientras más actores privados lleguen siempre será mejor, porque el abuso de unos pocos parece ser también una característica del privado cuando juega solo.
Lo cierto es que resulta lamentable que el sector privado descalifique per se a la empresa estatal como tal, simplemente por el hecho de su existencia, cuando sabe perfectamente que su rentabilidad depende del perfil gerencial que tenga quien la dirige.
Lo que deberían promover los empresarios es una Escuela de Gerentes Públicos en alianza con el Estado, para que en un futuro sus rebuznos económicos y de management no sean tan notorios. El objetivo de una gerencia eficiente es satisfacer al consumidor o al usuario, siendo rentables, tanto para el dueño de la empresa, como para el erario público.