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El muñeco político de año nuevo

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Fecha Publicación: 28/12/2023 - 22:00
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La quema del muñeco político es parte de la tradición nacional de año nuevo. Es costumbre que a la media noche del 31 de diciembre se queme el muñeco-cuerpo de un político. Este artículo sugiere la hipótesis de que el muñeco de un político antropomorfiza lo malo que ha ocurrido en el año viejo. El muñeco político de año nuevo deviene en una forma de control social del cuerpo. Pero, en este caso no se trata de corrección alguna, sino de un puro castigo. Aunque, de todas maneras, hay una represión sobre el cuerpo representado. El muñeco deviene en la representación de un político condenado. El muñeco es el objeto del castigo. La quema podría representar algo atroz, porque es la aniquilación del cuerpo-muñeco. Se trata de la construcción de un cuerpo-muñeco, parte a parte, pieza a pieza, para luego ser destruido, convertido en cenizas. También es una forma de como el pueblo asume una cierta soberanía absoluta, pues condena a una muerte simbólica que, por supuesto, no pasa por la normalidad de jurisdicción alguna. La quema del cuerpo–muñeco es un ceremonial que produce una verdad: Por eso, casi siempre los muñecos de los políticos llevan carteles con inscripciones, a modo de confesiones que, de no tratarse de muñecos inanimados, estas habrían sido obtenidas solo por tortura. El muñeco es el espacio de una diversión punitiva. Al cambiar el año, lo malo toma la forma de un cuerpo, del cuerpo del muñeco. Ocurre que, a través del muñeco, el año viejo toma la forma del cuerpo de un político caído, o por caer. El muñeco representa al político, a lo malo que hay en él, y a su práctica política, a lo malo que hay en ella. Representa lo que se debe ser quemado, para no volver. Tal vez Michel Foucault podría ver en el muñeco de año nuevo a un individuo, o político, como un cuerpo sujetado.

El muñeco político implica un doble arte: La artesanía de la confección del muñeco, y el arte del castigo simbólico. Es que hay una relación de poder en el hecho de fabricar muñecos que representan los cuerpos de individuos con rostros y nombres concretos. Los artesanos saben captar la indignación de la gente. Es normal que la mayoría de muñecos a quemar sean políticos convertidos en muñecos hechos con materiales de rellenos de paja y ataviados con ropa vieja y zapatos viejos. Por supuesto, el muñeco es una buena forma de medir la desaprobación popular, propia de nuestra política maniquea. Esta antropomorfización del mal recaída en los muñecos políticos está relacionada directamente con el sentido común de concebir a la política como mala, con la antipolítica y hasta con el odio a la política. Así, políticos con nombre propio son convertidos en muñecos, y son quemados públicamente. Un detalle: El muñeco político, o el más quemado, es siempre el de la persona que ejerce en ese momento, o acaba de ejercer, la presidencia de la república. En verdad, el muñeco de año nuevo, y quemar a los otros como muñeco de año nuevo, es una costumbre muy legitimada. En mi barrio de Pacasmayo, había muñecos en todas las cuadras. Los vecinos que tenían conflictos entre sí, se quemaban unos a otros, como muñeco de año nuevo. Es más, durante el año viejo, de los vecinos odiosos se decía que estaban buenos para ser quemados en año nuevo. Se trata de una costumbre muy antigua, en Perú y en occidente. Entre nosotros se queman muñecos desde la colonia, y en la antigua Grecia se quemaba una efigie de madera que representaba al rey del año viejo. Finalmente, el muñeco político de año nuevo es el vaciamiento del cuerpo, pero en ese muñeco-cuerpo está también el espíritu de los políticos y de la política.

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