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El narcotráfico internacional ataca a la democracia

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Fecha Publicación: 10/08/2023 - 22:30
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El miércoles 9 de agosto, Fernando Villavicencio, candidato a la presidencia del hermano país de Ecuador, fue cobardemente asesinado al salir de una actividad política en Quito. El primer detenido, quien fue el tirador, murió por sus heridas durante el enfrentamiento con la policía, mientras era llevado a la Unidad de Flagrancia en Quito; posteriormente arrestaron a seis presuntos implicados más.

Ecuador está conmocionada, todos los políticos han prometido que el asesinato no quedará impune, y han culpado al narcotráfico. Anteriormente, el candidato había denunciado amenazas de muerte, supuestamente de un grupo de narcotraficantes vinculados al Cártel de Sinaloa, conocida organización criminal mexicana, que opera en Ecuador desde hace algunos años, para lo cual se ha enmarcado en la estructura del hampa local.

Fernando Villavicencio, si bien no lideraba las encuestas, era el candidato que más claramente enarbolaba las banderas de la lucha contra el crimen organizado y la corrupción, males que se alimentan uno del otro de manera simbiótica. En 2017, Villavicencio estuvo asilado en Perú, luego de denunciar corrupción en el gobierno de Rafael Correa y supuestamente ser perseguido por ello.

Villavicencio decía que Ecuador se había convertido en un “narcoestado”, por lo cual proponía restablecer la seguridad con las fuerzas armadas y la policía en las calles, y paralelamente emprender una lucha contra lo que denominaba la “mafia política”. Además, planteaba sanear el sistema de justicia, enfrentar el lavado de dinero, la minería ilegal y la corrupción en el sector petrolero, algo que denunció por años como periodista.

En una de sus entrevistas al medio CNN en Español, en mayo de este año, dijo: “Hoy Ecuador está tomado por Jalisco Nueva Generación, el Cartel de Sinaloa y también la mafia albanesa. Es decir, queda claro para América Latina, lo mismo que en Colombia y en México, que no es posible que el narcotráfico se instale en una sociedad y la someta sin el contubernio y la connivencia del poder político”.

Su muerte deja mucho en qué pensar. Es necesario saber en qué y cómo falló el cerco de seguridad que lo protegía, y también qué fue lo que se hizo para intentar mantener con vida al asesino material, quien murió sin ser trasladado a un hospital.

Esta no es la primera vez que, en nuestra región, una campaña electoral se ve manchada por la sangre que derraman la corrupción y el crimen organizado. La muerte de Fernando Villavicencio recuerda a la de Luis Carlos Galán, candidato presidencial colombiano el año 1989, quien fuera asesinado por mandato de Pablo Escobar, por promover la extradición de narcotraficantes a EEUU.

Pero la violencia del crimen organizado contra políticos no es exclusiva de las campañas presidenciales. También en Ecuador, antes de los comicios locales de febrero último, dos candidatos a alcaldías fueron asesinados. Poco antes, el 2021, la política mexicana se tiñó de sangre, cuando decenas de políticos fueron asesinados durante la campaña de elecciones intermedias, mediante la cual se renovaban distintos cargos de elección popular.

Este tipo de violencia se extiende a medida de que el crimen organizado empieza a copar las distintas instancias de los Estados; y se propaga rápidamente, como un cáncer que hace metástasis en los Estados sudamericanos.

Lo sucedido en Ecuador, además de indignarnos, debe preocuparnos, pues sume a nuestra región en una ola de violencia capaz de dañar a las instituciones democráticas con tal de lograr sus objetivos, algo que fácilmente puede extenderse a los demás países si es que no se encuentran mecanismos adecuados y eficaces para combatir al crimen organizado que trasciende fronteras.

Desde hace varios años, las organizaciones criminales se han internacionalizado, lo que ha generado grandes dificultades para los Estados, pues combatirlas eficazmente implica cooperación y coordinación multinacional, algo que suele tardar y muchas veces ser difícil de lograr, principalmente en países como los de nuestra región, donde la posición política de los mandatarios suele impactar drásticamente en las relaciones internacionales.

El asesinato de Fernando Villavicencio es un atentado contra la democracia, un acto criminal contra la forma de vida que la sociedad ha construido a través de su historia. Esperemos que la tragedia de su muerte siembre las bases para una lucha frontal y multinacional contra el crimen organizado y la corrupción, que tanto daño le hace a nuestra región.

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