El necesario despertar de la sociedad
Por Edistio Cámere
Gobernar es conducir con un propósito. Pero, en cambio, se nos empuja y divide. ¿Es miopía, es maldad o el sube y baja del ego presidencial lo que marca el mando? Todavía se tiene fresco que, a inicios de la pandemia, el gobierno determinó que el problema de la educación tenía un solo componente: el económico. Luego, que la pandemia tenía un solo componente: el confinamiento. En el primer caso, quebró la confianza, enemistando a la escuela con la familia. En el segundo caso, enemistó a los peruanos y castigó a las familias. Hoy en día, los unos contra los otros, los de derecha contra los de la izquierda, Lima contra provincia, hombres contra mujeres… así solamente se promueve la violencia a la par que se debilitan la identidad y pertenencia.
Con su voto, el ciudadano cede parte de su libertad confiando que un líder conducirá al país hacia buen puerto. Al populista no le basta la libertad, quiere también la responsabilidad del ciudadano. Por eso, no gobierna, instruye. No confía, reemplaza. No construye, pone primeras piedras. No une, percibe enemigos. Crece a punta de empequeñecer. Hace un país a su medida: plano, gris y sin relieves.
Contribuir con el Estado es una decisión y acción libres, de lo contrario, las sanciones no tendrían sentido. Pagar los impuestos no es un movimiento que brota de modo fácil y natural, es más bien una resolución que hunde sus raíces en lo moral. Un modo de hacer virtuoso el pago de los impuestos es que el Estado los utilice no solo legalmente sino, sobre todo, moralmente bien. La ética no se aplica tan solo para quien contribuye sino también para quien ostenta el poder de administrarlos, con eficiencia y oportunidad.
Los servicios públicos tienen que ser de calidad tanto en su ejecución como en la cordialidad y puntualidad en que son ofrecidos. Un servicio ineficiente no solo afrenta la dignidad de las personas, además, alimenta sentimientos de frustración, de inseguridad, de soledad y de desprotección. ¿Qué mueve a los ciudadanos a dejar la escuela, el hospital y otros servicios públicos a pesar de ser gratis? La esperanza. El populismo y la demagogia no pueden ocultar la realidad: ineficiencia de los servicios estatales terminan por pulverizar las expectativas e ilusiones de los ciudadanos.
Una sociedad desarticulada es arrinconada por el voluntarismo frívolo de un gobierno que se aprovecha del Estado. Un antídoto y defensa eficaz frente a su capricho impositivo son la creación y multiplicación de sociedades intermedias. Cuantos menos grupos intermedios (gremios, clubs, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, ligas de consumidores, colegios profesionales, etc.), fuertes y coherentes tenga una sociedad, el Estado se percibe grande y el llamado a apropiarse de la iniciativa, libertad y responsabilidad de los ciudadanos en la realización de sus tareas sociales, económicas, educativas y culturales. Los integrantes, en esos grupos, saben que sus capacidades y decisiones tienen un peso específico y desde allí pueden contribuir a la unidad y crecimiento del país.
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