El Nuevo Orden Mundial y la caída de la izquierda en América Latina
El reacomodo del poder global está redefiniendo el futuro de América Latina, y Perú no está preparado para afrontarlo. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la consolidación de Vladimir Putin, junto con la creciente influencia de China, están empujando a la región a tomar decisiones difíciles. Ya no hay espacio para discursos vacíos ni para la neutralidad diplomática. O jugamos bien nuestras cartas o seremos irrelevantes en el tablero global.
El regreso de Trump al podio presidencial y la postura firme de Putin en el escenario global marcan un momento clave, alejándose de la diplomacia tradicional y adoptando un enfoque más coercitivo hacia América Latina. Esta estrategia de “palo y zanahoria” promete redefinir las alianzas internacionales, dejando poco espacio para la neutralidad. Putin ha celebrado el retorno de Trump, asegurando que impondrá su visión de “Nuevo Orden Mundial” con rapidez.
Antes de que Trump llegue al poder, Putin decía que la guerra en Ucrania podría haberse evitado si él hubiera continuado en la Casa Blanca. Putin parece preparado para expandir la influencia de Rusia con los países BRICS, que lo conforman 36 países, ofreciendo una alternativa estratégica a una Europa en declive. Este movimiento es claro en su apoyo a parias, como Venezuela, Nicaragua y Cuba, países que podrían servir de puente para fortalecer su posición en América Latina.
Mientras tanto, Trump apunta a una política exterior que mezcla sanciones y aranceles con promesas de una alianza económica exclusiva. El retiro de la asistencia de USAID y las tácticas de intimidación empleadas contra vecinos y aliados cercanos han cambiado drásticamente el tono de la cooperación de EE. UU. en la región. Como resultado de la diplomacia cowboy de Trump, México y Canadá aceptaron negociar a regañadientes, Colombia recibió a los deportados tras la amenaza de aranceles a sus exportaciones, y Panamá se distanció de China para evitar represalias de EE. UU.
El discurso de Putin, que destaca la “tenacidad” de Trump, indica que Rusia podría beneficiarse de un EE. UU. que abandone compromisos internacionales y adopte una política aislacionista en ciertos frentes. Sin embargo, es poco probable que Trump deje a Rusia y China llenar todo el vacío.
La izquierda latinoamericana, una vez animada por ideales de solidaridad y antiimperialismo, ahora se encuentra en una encrucijada. La dependencia de modelos económicos y políticos externos ha limitado su capacidad para proponer alternativas viables, perdiendo así influencia y capacidad de movilización. En Perú, tuvimos el reciente fracaso del paro de transportistas.
Putin ha fortalecido el año pasado su presencia con acuerdos energéticos y militares en Venezuela, Nicaragua y Cuba. China sigue expandiendo su control económico mediante inversiones estratégicas y financiamiento sin restricciones. En este contexto, la izquierda latinoamericana, antes sostenida por una narrativa antiimperialista, ha quedado atrapada en una contradicción insostenible: rechazar el dominio de EE. UU., pero depender de las potencias emergentes sin capacidad de maniobra propia.
Frente a este escenario, la interrogante para Perú es: ¿Cómo avanzar sin sacrificar soberanía? La respuesta no está en la sumisión a una sola potencia ni en la nostalgia de un mundo que ya no existe. En cambio, se nota la necesidad de un liderazgo pragmático capaz de manejar con destreza el complicado tejido de relaciones internacionales.
Esto implica una diplomacia inteligente y flexible, la diversificación de alianzas y una visión estratégica global para que Perú y América Latina no solo sobrevivan, sino prosperen en este Nuevo Orden Mundial. La historia enseña que las naciones que no toman decisiones terminan acatando las de otros.
En este juego de poder, América Latina debe decidir: ser un actor clave o quedar relegada a un rol secundario. La elección es nuestra, y el tiempo para decidir se agota.
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