El nuevo pulso comercial de EE.UU.
La administración Trump ha estrechado el cerco proteccionista y elevado la incertidumbre global al anunciar nuevas tarifas arancelarias que entrarán en vigor a partir del 1 de agosto de 2025. La medida consiste en un 30 % sobre bienes provenientes de la Unión Europea y México, acompañada de aumentos más agresivos para socios como Canadá (35 %) y Brasil (50 %), además de sectores clave como el cobre, con aranceles del 50 %.
Como respuesta, la Unión Europea, mediante su presidenta Ursula von der Leyen, ha afirmado que persistirá en el diálogo, pero se reserva el derecho a aplicar medidas de represalia proporcionales si los aranceles se implementan. Además, fuentes de la UE reconocen que el anuncio puede ser más una táctica de negociación que el inicio de una guerra comercial, aunque esto no reduce la tensión de las rondas previas.
El trasfondo económico es crítico. Según la Cámara de Comercio Internacional, el tipo arancelario efectivo en EE. UU. ya supera el 20 %, el nivel más alto desde principios del siglo XX. Esto presiona el costo al consumidor y agita la inquietud de los inversionistas: los mercados bursátiles han reaccionado con descensos moderados, y el dólar se ha fortalecido contra el euro y el yen ante el aumento de riesgo comercial.
Los socios comerciales como Japón y Corea del Sur enfrentan también amenazas de aranceles del 25 %, lo que ahondaría las dificultades en negociaciones centradas en sectores agrícolas y digitales.
Estos anuncios se inscriben en una estrategia más amplia del gobierno estadounidense, que ha enviado cartas amenazantes a una veintena de países exigiendo acuerdos en el plazo previsto, con pocas soluciones hasta ahora: solo Reino Unido y Vietnam han avanzado hacia acuerdos preliminares.
En Canadá, las empresas han empezado a diversificar sus mercados, reduciendo su dependencia de EE. UU. en alrededor de 10 puntos porcentuales, aunque advierten sobre los límites de cambio estructural a corto plazo.
El punto de inflexión llegará el 1 de agosto, cuando se espera saber cuántos de estos aranceles finalmente se aplican, si los países logran acuerdos de última hora y cómo responden con medidas defensivas o retaliatorias.
Lo que se percibe como un pulso táctico podría desencadenar consecuencias estructurales: cadenas de suministro alteradas, incremento en precios al consumidor y una erosión de la cooperación transatlántica. Más allá del calendario y la retórica, las próximas semanas definirán si EE. UU. y sus socios escogen el camino de la confrontación o una salida negociada que preserve la estabilidad del comercio global.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.