¿El ocaso de Keiko?
Bajo la estrategia del “bueno” (sombrero luminoso) y el “malo” (Cerrón y camaradas), mientras más próxima se encontrase la presentación del esperpéntico gabinete Bellido en el Congreso más fuegos artificiales lanzaría el marxismo para pescar a río revuelto. En medio de esa faena pesquera, una lorna picó el anzuelo: Keiko Fujimori. Esto luego de despotricar contra Castillo enrostrándole todos los epítetos que conocía. Fujimori venía de pretender liderar a la oposición callejera, azuzándola con el justo reclamo del fraude en la elección. Allí, entre otros precisos calificativos al hombre del sombrero, le imputaba el de dictador comunista. Hasta que, de pronto el lunes, la mismísima señora Fujimori asistió al cenáculo de la prensa waripolera -los estudios de RPP, hoy puestos a los pies de Castillo- para llenar de elogios al cajamarquino y ponerse a sus órdenes “para conversar con él en el momento que me llame”. Se ubicaría así en las antípodas de lo que alegaba tras el repechaje electoral: ”Jamás me reuniré con este comunista”. Inclusive a Keiko Fujimori ni se le movió un pelo tras ponerse en contra de gran parte de sus leales colaboradores en el partido. Todo ello por la suprema incoherencia que transpira la lideresa de Fuerza Popular, ciertamente atormentada por la amenaza del fiscalete Pérez que persiste en encarcelarla nuevamente sin acusación firme. No ser consistente, señora Fujimori, es la peor desgracia para un político. Porque trae consigo una sanción mucho más penosa que la carcelería: el desprecio de la gente que creyó en su palabra y se sintió traicionada por ella. Su actitud, señora Fujimori, la descalifica por completo como lideresa de la oposición. Ya no importa que asista usted presurosa, o no, a reunirse como insinúa con ese titiritero de incrédulos apellidado Castillo. ¡Ya el daño está hecho! Hoy se explica su lamentable ausencia y grandes silencios a lo largo de las últimas semanas, justo durante los días en que la dictadura marxista ha venido ubicando a sus cuadros más extremistas como jerarcas en puestos estratégicos del Estado, avanzando presurosamente en su objetivo de consolidar un régimen totalitario blindado por el senderismo y el castrochavismo. Esto tiene una explicación, señora Fujimori. Usted postuló a la presidencia para utilizarla como escudo, frente el amago de una gavilla de gente ruin conocida como los caviares. Una mafia que juró imputarla y sumariamente procesarla y condenarla para acabar, en forma definitiva, con la saga Fujimori, con el propósito de vengar el triunfo del Estado peruano sobre el terrorismo, aliado estratégico de la izquierda de todo pelaje. Empezando por la caviar.
A corto/mediano plazo, es posible observar a desencantados simpatizantes de Fuerza Popular migrando a partidos de derecha o centroderecha, como Renovación Popular. También, ver a los caviares frotarse las manos por su éxito. Un triunfo muy barato que les ha dado la señora Fujimori a cambio de nada. Porque igualmente, es probable que en ese mismo intervalo la actual lideresa de Fuerza Popular acabe siendo condenada por estos miserables. Entiéndalo, señora Fujimori. ¡En política la inconsistencia es letal!
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