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El oficialismo difuso

Fecha Publicación: 12/01/2019 - 22:00
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La nueva fractura padecida por Fuerza Popular –que ha dejado a su bancada parlamentaria con 56 representantes de los 73 originales– genera efectos endógenos y exógenos, como era de esperarse.  Escribe el capítulo más tormentoso del fujimorismo que no conocía de diásporas masivas desde la caída y fuga de su líder en noviembre de 2000.

Hacia adentro, cada vez se hace más evidente la ausencia de un plan destinado a reparar las grietas partidarias y formular una estrategia política que restituya siquiera una mínima base de identidad. La renuncia de Miguel Torres a la presidencia del Comité de Transición de FP –impulsado por la misma Keiko Fujimori en octubre de 2018– bajo el pretexto que ya cumplió los fines para los cuales se creó (una reestructuración que nadie conoce), agrava los síntomas del deterioro. Que Luz Salgado y Luis Galarreta tengan hoy las riendas del movimiento es una data insuficiente.

Y en cuanto al programa de acción inmediato, sólo cabe suponer que –como lo hizo con energía y sin tapujos  Kenji Fujimori en favor de su padre– el núcleo duro de la bancada bregará por la liberación de Keiko y reducirá los decibeles opositores al Gobierno a fin de atemperar la imagen obstruccionista que, con base o no, ha proyectado desde el 2016. La buena disposición de la lideresa al proyecto del Ejecutivo sobre la emergencia del Ministerio Público y quizás también al retiro de la moción de censura a Daniel Salaverry, sostienen esa hipótesis.

El impacto externo se graficará en una recomposición del balance político del Congreso, extendido a la conformación del Consejo Directivo y las comisiones ordinarias. Resistir a las nuevas bancadas que tienen el auspicio de una resolución del Tribunal Constitucional, constituiría una necedad (aunque la misma sea fruto del absurdo voto preferencial que ojalá sea barrido por la reforma). Pero lo más importante es que motivará el nacimiento de un oficialismo difuso e intermitente, el cual tendrá manifestaciones muy concretas a lo largo del 2019.

Ese oficialismo difuso tendrá como meta patentar un espíritu de colaboración con el gobierno de Martín Vizcarra y darle soporte a la auténtica bancada oficialista en puntos específicos. La pobreza representativa de los pepekausas, a lo cual se añaden los remilgos de Juan Sheput a figurar en la estampita del moqueguano, lo hacen imprescindible. Se montará en la ola de popularidad del mandatario como ya lo ha hecho Salaverry y justificará su actitud en que “resulta necesario anteponer los grandes intereses de la patria”.

Esto apenas durará el presente año pues el 2020 empezará a correr el cronograma electoral hacia las elecciones del 2021. Que Vizcarra lo aproveche…y que gobierne.