ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

El otro

Imagen
Fecha Publicación: 27/09/2025 - 22:10
Escucha esta nota

Les Luthiers, el genial grupo de humor musical argentino, contaba entre uno de sus chistes: “En África, había uno tan negro, que en su barrio le decían... el negro”. Este chiste, que era aceptado y seguramente aplaudido en los setenta —es evidente su animus jocandi—, fue envejeciendo mal, y fue así porque el racismo, y la discriminación en general, en nuestro país y en cualquier otro, no es cosa de risa.
Cierto es que, gracias a los cambios y avances producidos a nivel de la realidad política y social contemporánea, reflejados en convenios internacionales y reformas constitucionales, las formas más evidentes o groseras de afectación al principio de igualdad y al derecho a no ser discriminado han sido superadas, cuando menos en el terreno de las normas jurídicas.
Pero las cosas no son tan sencillas en la experiencia cotidiana. Hemos pasado de prácticas sutiles o camufladas, como las de los noventa, en las que las “listas” o las “fiestas privadas” te hacían quedar “cholo frente al mundo”, parado en la puerta de la discoteca, al racismo más execrable, nada sutil, por el contrario, abiertamente despectivo, casi psicopático, como del que todos hemos sido testigos hace unos días, en el que una mujer mestiza tilda de ‘llamas’ y ‘alpacas’ a otras personas en el Metropolitano.
Gustavo Rodríguez publicó hace años una novela sobre el racismo y la infidelidad, La semana tiene siete mujeres, en la que el centro de la historia es un cholo exitoso que le quita la mujer a un blanco empobrecido.
La intención de Rodríguez era sin duda enfrentar los prejuicios; sin embargo, su novela partía de una premisa racista: ¿por qué el cholo “exitoso” le quita la mujer al blanco “empobrecido”? ¿Por qué no puede el cholo que no necesariamente tiene éxito quitarle la mujer al blanco con plata?
Lo que pasa es que esa figura, en este país, se asume como ciencia ficción. “¡No pues!, ¿a quién se le va a ocurrir que un cholo misio le quite la mujer a un blanco con billete?”
Pero la discriminación va más allá de lo racial.
Acá discriminamos a todos y por todo. Por el color de la piel y de las sábanas, por la forma de hablar y de vestir, por los rasgos y por la billetera. Desde los locales nocturnos, pasando por la publicidad de centros comerciales, hasta los reglamentos disciplinarios de instituciones castrenses que, bajo el pretexto del cuidado de la imagen institucional, castigan la opción sexual.
En nuestro país, lacerado desde sus orígenes por el racismo y la discriminación, referirse a otros con términos que aluden al color de la piel como “marrón” o “cobrizo”, o discriminar a alguien por ser ciego, o gordo, por su religión, por su opción sexual o por cualquier otra cosa similar, solo refleja intolerancia respecto del compatriota y una ignorancia inaceptable en una época como la actual.

Mira más contenidos en Facebook, X, Instagram, LinkedIn, YouTube, TikTok y en nuestros canales de difusión de WhatsApp y de Telegram para recibir las noticias del momento.