El pacto siniestro
Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, es un personaje tortuoso y políticamente anético, que, movilizándose en la oscuridad, no ha tenido escrúpulos para traficar con principios y valores que engrandecieron a su partido.
Sánchez no pertenece , desde luego, a la generación histórica de Felipe González, un referente del PSOE, que siempre actuó con dignidad y apego al sistema democrático, combatiendo dictaduras y desenmascarando a sus aliados.
Acaba de hacerlo, censurando a Sánchez por no recibir al presidente de Venezuela, Juan Guiadó, mientras sí lo hicieron los mandatarios de Alemania, Francia, Inglaterra, Canadá y Estados Unidos, solidarizándose con la lucha del pueblo venezolano contra la tiranía genocida y corrupta de Caracas.
Lo peor de este sórdido episodio lo conoceríamos después, cuando la prensa informó que el ministro Ábalos, acudió al aeropuerto para entrevistarse en secreto con Delcy Rodríguez, vicepresidenta del régimen chavista. Lo hizo a escondidas, porque la comunidad europea ha prohibido que ingrese a su territorio, por acusaciones de violación a los derechos humanos y por un proceso abierto en la Corte Penal Internacional, por crímenes de lesa humanidad.
Luego, el diario ABC de Madrid público una información más grave: desde el aeropuerto, Sánchez y la señora Rodríguez se comunicaron por teléfono. En el diálogo, la vicepresidenta recordó a Sánchez su compromise de no recibir a Guaidó y también trataron sobre las inversiones de la multinacional Repsol en el país llanero.
El desaire al mandatario Guaidó es, en consecuencia, resultado de un pacto secreto e infame entre Sánchez y el chavismo; pacto que, con seguridad, deben haberlo elaborado el ex presidente español Rodríguez Zapatero y dirigentes de Podemos, ambos remunerados por la dictadura.
El gobierno español ha escrito una página oscura y sucia en su registro diplomático, que ha debido merecer algún comentario del hoy silente Grupo de Lima, como lo han hechos europeos y norteamericanos.