El país desconcertante
La amplia gama de análisis, opiniones y sentencias que motivaron los resultados electorales del domingo 26 a lo largo de la semana precedente, invita a una cautela extrema para abordar los mismos. Tantas lupas terminan a veces confundiendo en lugar de esclarecer.
Más aún luego del bochorno que nos suscitó a algunos la exagerada antropologización del voto obtenido por el Frente Popular Agrícola del Perú (Frepap) como si se trataran de marcianos recién llegados a la tierra.
La mayoría de medios dándole tribuna a doctos y estudiosos de esta ya antigua secta religiosa con brazo político para que una minoría comprenda quiénes son. Francamente patético.
Desde esta perspectiva, me aferro a lo que escribí hace una semana (“El voto no informado”, EXPRESO 26/01) respecto a que dichas elecciones han sido las más inconsistentes de la historia democrática del Perú, no por voluntad de fraude sino por voluntad de enredo. Y de ese enredo ha surgido esta fragmentación chicha del próximo Congreso que tiene muy preocupados a diversos sectores.
La foto del estado de ánimo actual del elector no debe llevarnos a conclusiones apresuradas. Recuerdo el tránsito hacia la recuperación democrática de 1978 con la Asamblea Constituyente. Previo a las elecciones, el régimen de Francisco Morales Bermúdez llamó a dialogar en Palacio a los líderes de los partidos que habían tenido representación en el Parlamento bicameral cerrado por el golpe de 1968.
Desfilaron Acción Popular, el Apra, el PPC, la DC, la UNO, el MDP y –como una concesión a la izquierda– el PCP con don Jorge del Prado a la cabeza. Sin embargo, el voto del 18 de abril de ese año recompuso la figura: aparecieron vigorosos el FOCEP de Genaro Ledesma, la UDP de Javier Diez Canseco, el PSR de Leonidas Rodríguez. Las alertas se encendieron en los círculos de quienes resentían el galope del comunismo en las urnas.
Nada de esto se reprodujo en las elecciones generales de 1980. Acción Popular, que no participó en los comicios de la Constituyente, vio reivindicada la figura de su líder el expresidente Fernando Belaunde, la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre sumió al Apra en luchas internas disminuyendo su fortaleza electoral que solo pudo recuperarla Alan García en 1985, la izquierda se dividió (como siempre) y el PPC emergió con imagen municipalista y cooperante con el gobierno elegido.
Por ello creo que el 2021 habrá otro cuadro. Hay líneas detectables en todos los circuitos de nuestra historia electoral donde el voto anti o de protesta es enérgico, pero no inductivo entre un proceso y otro. Al contrario, se vuelve conservador. El país de desconcertadas gentes (Piérola dixit) será más desconcertante todavía.