El país requiere mano firme; los tibios a su casa

Se equivoca ministro Chávez, el país si urge de medidas extremas para combatir la criminalidad, pero sobre todo de voluntad política y celeridad. El tema está desbordado, la percepción de inseguridad sigue creciendo, la delincuencia nos afecta a todos, no distingue sectores socioeconómicos ni distritos, es una maldición absolutamente democratizada en nuestro país. Sin embargo, las autoridades asumen el problema con una paciencia inaceptable y con un magro presupuesto del 6%. Han esperado un mes para presentar ante el Congreso el criticado proyecto que plantea la creación de la Policía del Orden y Seguridad, cuando lo lógico es potenciar a la PNP. Esta propuesta no resiste el menor análisis, es una pérdida de tiempo más.

Cuando se dan estas situaciones, el gobierno parece el mejor aliado de la delincuencia. Juguetea con opciones ineficaces, en lugar de enfocarse en lo que realmente importa. Por su parte, los medios nos mantienen entretenidos con “los expertos e improvisados” que se atreven a criticar ácidamente la eventual aplicación de un modelo similar al adoptado por Bukele. Los grandes detractores están en el gobierno. Evidente, si se movilizan con carísima seguridad y circulina que premura pueden tener.

Además, prefieren seguir navegando en aguas tibias como si el país pudiera soportarlo. La incapacidad política y el miedo los detiene. Se rinden ante mensajes perversos que pretenden convencernos de la dicotomía entre la fuerza pública y la ciudadanía, creando imaginarios en los que supuestamente fueran enemigos el uno del otro. Son los relatos preferidos de los caviares que tienen eco en la CIDH y otras organizaciones que tanto daño le han hecho al país.

Resulta evidente que no significaría copiar al milímetro lo que está haciendo el presidente salvadoreño, nadie puede negar que son realidades distintas, no solo por la extensión de dicho país que es equivalente a Ica, sino por tener una de las más altas densidades demográficas del mundo, 7M de habitantes. Sin embargo, siempre es importante aprender de exitosas experiencias ajenas, no seamos soberbios.

El Salvador limita por el noreste con Honduras, país que se caracteriza por su alta violencia causada básicamente por la escandalosa corrupción de su sistema judicial. El gobierno de la izquierdista Xiomara Castro nada hará por combatir la inseguridad, está mentalmente subyugada por su ideología y por la adhesión de su país a la CIDH. Guatemala también país limítrofe, acaba de elegir a un presidente de Izquierda que ha alzado la bandera de la lucha contra la corrupción –la agenda más vendedora– pero no tiene mayor plan para luchar contra la criminalidad, a pesar de que la tasa de homicidios solo sigue creciendo.

La densidad poblacional de El Salvador y los violentos países vecinos son elementos para considerar antes de descalificar el éxito de Bukele. Nos guste o no, es valiente y ha puesto el bienestar de su país, por encima de sus temores y debilidades.

Cuando se habla de combatir la inseguridad ciudadana solo se piensa en medidas para erradicar la delincuencia de las calles, pero nos olvidamos de que las hacinadas cárceles son las mayores escuelas de violencia y donde se planifican muchísimos de los delitos que nos azotan. Por ejemplo, el penal de Lurigancho fue construido para 2,500 reclusos, hoy alberga cerca de 10,000 y es custodiado por un numero ínfimo de policías. Se ha convertido en una ciudad del crimen, donde mandan las mafias, corre demasiada droga y los bloqueadores de celulares resultan una burla.

Ningún plan para combatir la inseguridad ciudadana será exitoso sino incluye una reestructuración integral del sistema carcelario. La gran pregunta es: ¿este gobierno no puede o no quiere enfrentar este gravísimo problema?

Pues lamentablemente ni puede ni quiere por las tres razones del Oidor: miedo, miedo y miedo.

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