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El papa León XIV salvará al Perú

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Fecha Publicación: 11/05/2025 - 23:00
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El Siglo XXI cogió a contramano al Perú. A partir de ese momento empezaron todos los cataclismos que, sucesivamente, vienen arruinándole la vida a la gran mayoría de sus ahora desdichados ciudadanos. No hay tregua ni tampoco espacios de la vida en que la desgracia no se imponga sobre el quehacer diario de nuestra población. La verdad es que esta seguidilla de calamidades —que nos caen a diario— no son casualidades: como tampoco maldiciones divinas. Son consecuencia de un sucesivo acumulamiento de hechos causados por decisiones infames, producto fundamentalmente de la absoluta crisis moral que desató en este mismo siglo el inconmensurable latrocinio Lava Jato, donde una muy degradada clase sociopolítica y empresarial —inclusive algunos medios de comunicación— cayeron en las garras de aquella podredumbre, cuya consecuencia fue la instauración de un generalizado pandemonio de corrupción, que percola al resto de la sociedad peruana. Resultado: una turbada, al igual que golpeada, sociedad de principios éticos y bases morales, inducida al facilismo del robo como forma de vida.
Aunque la verdad es aún peor. Porque al robo se sumó la violencia extendida a todos los campos de la vida, pues ahora acá no sólo nadie respeta la existencia de otro ser humano, sino que los sicarios se han convertido en un ejército de maleantes de colosal dimensión que, por cinco o diez soles, cotidianamente le ciegan la vida a niños, adultos y ancianos. Y las perspectivas de solución ni siquiera aparecen a la vista. Peor aún. Tendremos elecciones en abril del año entrante, y el 90 por ciento de los cuarenta o cincuenta postulantes que aspiran a presidir este país son iguales —o peores, salvo excepciones, como la de Alan García— que quienes han venido gobernándonos desde comienzos de siglo hasta ahora.
En consecuencia, el problema del Perú es grave. Salvo que intervenga la Divina Providencia, apiadándose de los treinta y tres millones de peruanos.
¡Y, finalmente, Dios parece haber comprendido la magnitud del crisol de desgracias en el cual malos, ¡muy malos! peruanos han transformado a este otrora pacífico país! Efectivamente, en el Cónclave Vaticano del viernes pasado salió elegido el Papa León XIV, de 60 años, nacido en Chicago, Estados Unidos. Aunque, por designación vaticana, trabajó durante dos décadas en el Perú, país que, incuestionablemente, debe haber cautivado su corazón. Tanto que decidió adoptar voluntariamente la nacionalidad peruana, y sentirse orgulloso de ella; al punto que durante su alocución mundial, tras asumir el papado, saludó con afecto y emoción —en español— “a mi querida diócesis de la ciudad de Chiclayo, en el Perú”, donde la gente guarda por él un muy entrañable cariño debido a su intensa, cercana y valiosa gestión pastoral.
Frente a los desgraciados momentos por los que estamos transitando los peruanos, estamos seguros de que el nuevo Líder de la Iglesia Católica mundial pondrá al Perú en sus oraciones, para que la Divina Providencia se encargue de sacarnos del atroz marasmo de desdichas en el que permanecemos desde hace un cuarto de siglo.

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