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El “paro” antropológico

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Fecha Publicación: 23/09/2022 - 21:30
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El trabajo, tanto para los que lo buscan por primera vez como para quienes lo pierden, se ha convertido en un bien escaso. Los primeros vislumbran más posibilidades: su juventud los acicatea a empezar incluso en tareas distintas a las de sus estudios... la esperanza de ‘mostrarse’ alimenta su audacia. Para el segundo grupo, el panorama es distinto.

Salen del sistema laboral con conocimientos, con experiencia y con un recorrido profesional logrados con esfuerzo y en el tiempo. Cuando se consigue regresar, la historia profesional no se aquilata, no obstante, se prefiere la nueva re-ubicación a quedar en el “paradero” en una sociedad que impertérrita sigue su curso. ¿Por qué una persona madura no acepta – luego de 15 o 20 años de trabajo – el descanso forzoso? ¿Por qué aferrarse a una nueva oportunidad laboral, aun cuando no satisfaga completamente? ¿Puede percibirse como un bien el paro para una persona que todavía puede aportar al bien común mediante su trabajo? El asunto remunerativo, siendo importante, no es el móvil principal.

El motivo habría que encontrarlo en la misma definición del trabajo: acción humana continua y metódica que consiste en producir “algo”, proporcionándole cierta perfección que antes no tenía. La perfección a ese “algo” es añadida gracias a la intervención de las capacidades y personalidad del hombre, quien le imprime su sello y le otorga así un sentido y un significado que antes de su mediación no tenía. De este modo, el hombre entrega un producto o servicio, que al brindarlo también mejoran sus facultades involucradas. El trabajo es una acción con dos vertientes: la objetiva y la subjetiva.

El trabajo representa el espacio en que la peculiaridad del individuo se torna en servicio y se enlaza con la comunidad. Lo importante no es, en modo alguno, la ocupación que se desempeñe sino el modo como se la ejerce. Es de nosotros mismos, y no de la actividad concreta en cuanto tal, de quien depende que se haga valer en nuestro trabajo ese algo personal y específico que da un carácter único e insustituible a nuestra existencia y, con ello, sentido a la vida. (Frankl, V.)

Lo propio del ser humano es organizar, construir, conquistar, cuidar y ayudar, por eso cuando se queda –no por voluntad propia– sin trabajo, su vida pierde brillo. El estado bienestar tercia con subsidios, bonos o dádivas. Esta situación, que gusta a la izquierda, implica reducir al hombre al paro antropológico. El salario es importante, más lo es el trabajar como cauce del desarrollo y creatividad humanos y el modo como contribuye al desarrollo personal, familiar y social.

Trabajar es un derecho de persona. No es deber de la misma constituir empresas y generar puestos de trabajo. De ahí la obligación del Estado de propiciar un clima político y jurídico para que no pocos se aventuren a la creación de empresas. Lastimosamente, el gobierno actual recula; a su ideología colectivista más le importa dar bonos que el derecho antropológico de millares de peruanos que procuran un trabajo que les permita realizarse y contribuir al desarrollo de su país.

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