El peor modelo sigue de moda
30 Increíblemente, a pesar de que lleva un siglo defraudando una y otra vez a sus compradores, el auto se mantiene en el mercado, siempre logra encontrar nuevos incautos que sacrifican su futuro por la intensa emoción de llevar el modelo a casa.
Por supuesto, como la evidencia es negativa, usted deberá esforzarse en descubrir las frustraciones de los potenciales compradores, a fin de conducirlas hacia la apariencia exterior del modelo, complemento ideal de personalidades débiles e inmaduras. Así trabaja el comunismo.
Durante el siglo XX el modelo ofrecía justicia social, seguridad económica y la satisfacción de las necesidades materiales a cambio de esas libertades tan sobrevaluadas en el caso de trabajadores manuales que solo podían vender su fuerza de trabajo. Se trataba de construir un Estado diferente, hecho a la medida de los intereses proletarios, mientras se esperaba la llegada de la anhelada sociedad sin clases sociales, donde todo sería felicidad. La derrota del socialismo real expuso los graves defectos del modelo, simplemente no servía y perjudicaba a quienes debía beneficiar. Como cualquier marca automotriz, tuvo que cambiar el nombre y el logo para seguir vendiendo su basura.
Ningún partido marxista leninista se llama comunista ahora, incluso en Latinoamérica evitan denominarse socialistas. Con el mismo motor totalitario, estatista y empobrecedor del siglo pasado, se pueden denominar Unidas Podemos, Perú Libre, o Convergencia Social, adaptando su aspecto exterior a las debilidades emotivas de sus compradores; su programa, a las frustraciones colectivas de cada país. Hay una estrategia común: fomentar desconfianza y desprecio por los modelos que sí otorgan seguridad y buena performance, resaltando algún defecto puntual, para presentar al centenario modelo como la mejor y única alternativa.
Por supuesto, los compradores no reparan en las enormes contradicciones. El modelo defectuoso ofrece igualdad, pero convierte en multimillonarios a sus buenos vendedores; habla de justicia, pero destruye el Estado de Derecho; promete la satisfacción de las necesidades, pero produce inevitablemente miseria en las sociedades donde circula. Felizmente el Congreso peruano le ha negado el uso de su famosa caja de cambios: la Asamblea Constituyente; pero los ambiciosos vendedores no se detienen, ya insinuaron optar por la violencia en las calles. No sería raro, recordemos que en Chile la insurrección comenzó con escolares protestando por el precio del Metro.
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