El periodismo honesto
Hace algunos días falleció Celinda Barreto, distinguida y querida periodista a quien conocí muy joven en la “cueva” de Baquíjano, así llamada la casona que en pleno Jirón de la Unión ocupaba el diario La Prensa de propiedad de don Pedro Beltrán Espantoso, cuya “escuelita” fue una verdadera cátedra de periodismo serio, honesto y responsable como lo demostró en el curso de su carrera la propia Celinda.
Un punto central de las enseñanzas de la “escuelita” de La Prensa fue la clara diferenciación entre el periodismo informativo y el de opinión. En el primero, se exigía la más absoluta objetividad siempre con sentido creativo: recuerdo cuando el gran Jorge Castro, Jefe de Informaciones en ese momento, me llamó la atención amistosamente en una oportunidad porque a mi crónica sobre la misa de apertura de Semana Santa en la catedral de Lima le faltaba “el sabor de la liturgia”. Igual la publicó como “abridor” de primera página al día siguiente.
Celinda trabajaba cubriendo noticias locales mientras yo concurría al Congreso conjuntamente con Nelvar Carreteros y Eduardo Deza. Eso significaba un madrugón casi diario, ya que en esa época las sesiones eran generalmente desde las 5 p.m. en adelante y los debates –ciertamente de otro nivel–se prolongaban por largas horas.
Empecé tempranamente a colaborar en la página editorial con un primer artículo titulado “La Farsa Democrática de México” en el que denunciaba la seudodemocracia de ese país manejada diestramente por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Tema tabú en la política de ese entonces, pero que fue publicado sin observaciones. Como si encontré, con otros temas, en el curso de los años, en otros medios, una censura producto de celos personales o contradicciones ideológicas.
Con Celinda nos veíamos en la redacción adonde todos recalábamos para escribir nuestras crónicas y, muchas veces, compartíamos las vivencias del día que en mi caso incluían el tránsito matutino desde mi alma mater –la Universidad de San Marcos– situada en la Av. Venezuela hasta Baquíjano: ahí estaban también Jenny Vásquez Solís y otros colegas tipeando laboriosamente nuestras vetustas Underwood del año de la pera.
Otros tiempos en los que puedo aseverar, con certeza, que el grado de distorsión y manipulación a los que han llegado determinados medios de comunicación en nuestro país no se presentaban como hoy sí lo hacen. Como tampoco la caída libre de esos periodistas que, sin tinta en la pluma ni mucho menos en las venas, venden sus servicios al mejor postor.
Adiós, querida Celinda. Tú fuiste un ejemplo de todo lo contrario.
*Presidente de Perú Acción
*Presidente del Consejo por la Paz
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