El perro farsante
Saber lo que hay que hacer elimina el miedo. Existe una regla básica en la vida y esa es avanzar. El miedo, la duda, la envidia, el egoísmo y el qué dirán no son opciones a contemplar. No podemos controlar lo que sucede en la vida, pero sí puedes controlar cómo respondes. He ahí la diferencia entre las personas valientes y las cobardes; entre las personas exitosas y los fracasados. ¿Cuál es? Los primeros están dispuestos a enfrentar todo y sin miedo; a pagar el precio de ser diferentes. Los segundos no están preparados para arriesgar; escuchan críticas y se hunden. Mi madre no parió una fracasada: mi madre trajo al mundo una mujer de éxito.
Érase una vez, en el atribulado mundo de los argumentos plasmados en columnas y un país lleno de envidia ante el progreso ajeno, una joven de 27 años que se abría paso en territorios que la apasionan: la política y el progreso empresarial. Se encontró en un escenario que la colocaba entre aceptar un error y defenderse de difamaciones, mentiras y sensacionalismo -algo muy común en el poco profesionalismo de la prensa peruana, quienes terminaron por eliminar sus publicaciones difamatorias en mi contra de sus redes sociales, al darse cuenta de todo era mentira-. Decidió dar la cara, aceptar un error y defenderse. Mis padres me enseñaron que la cortesía y el saber aceptar cuando uno se equivoca no te hace menos valiente y también me enseñaron a no callar. Quien calla, otorga.
Criticada por cometer el error de dejar a un perro altamente peligroso en la puerta de su dueña original, quien, además, jamás me indicó las características agresivas del animal que metí a mi hogar. Siempre he indicado y aceptado que la forma en la que devolví al perro no fue la correcta. Acepté el error en cada entrevista a la que fui invitada para hablar del tema. Sin embargo, en esas mismas entrevistas la dueña del perro jamás asistió. Nunca dio la cara para sostener su mentira, sus falsedades y sostener su falsa acusación. No necesitas tener dos cerebros para darte cuenta que una persona no llega a una calle llena de cámaras de seguridad, a la puerta de la casa de su dueña original, para dejar a un animal a su suerte. Quien nada debe, nada teme. Das la cara y relatas los hechos. Simple.
La sensacionalista prensa peruana intentó vender la imagen de un “perro enfermo”. Falso. Ni enfermo ni indefenso; sí altamente agresivo y peligroso no sólo para otros perros, sino también para otros seres humanos. La mentira era tan descarada, que diversos medios decidieron borrar su publicación y contenido no sólo de sus redes sociales, sino también de sus webs de redacción. Sus falsas acusaciones nunca fueron sustentadas con ninguna denuncia formal. ¿Por qué? Sabían que la ley se reiría en sus caras por su falsa acusación. Si estás seguro de lo que dices y tienes pruebas contundentes para probar tu acusación, llevas el caso hasta el final. Pero no: todo lo que deseaban era generar alboroto y difamación en redes sociales. No existe ningún documento que sustente sus mentiras.
A pesar de todo lo mencionado, aquel episodio fue muy difícil para mí. A los veintitantos, no tienes la suficiente madurez para lidiar con determinadas cosas. Sin embargo, el tiempo se encarga de poner todo en su lugar, de dar al César lo que es del César. Uno aprende de sus errores, sí o sí. Y aprender es no volver a cometerlos. La experiencia de los años te da la sabiduría para respirar y pensar antes de actuar. Una persona no se hunde en errores del pasado, los asumes y continúas luchando. Eso hará tu destino, forjará tu carácter y fortalecerá tu mente.
A veces hay que pelear las batallas más de una vez para ganarlas, decía Margaret Thatcher. En un país como el nuestro, en el que la envidia al progreso y éxito ajeno se evidencia en el esfuerzo que el enemigo invierte para verte fracasar, avanzar sin mirar quien te lanza piedras es la mejor opción. El tiempo me ha dado todo lo que he visualizado. Esta columna, la libertad de hacer lo que me gusta, la tranquilidad de vivir en paz y la inteligencia para pensar en escenarios diversos. Soy muy determinada en lo que quiero en la vida. ¿Por qué? Mi madre no parió una fracasada: trajo al mundo una mujer de éxito. Siempre.
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