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El Perú es un chiste

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Fecha Publicación: 23/10/2023 - 21:00
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Mientras cometía el error de montarme en una combi asiento adelante, recorrí la Angamos. El chofer y un pasajero se liaban en un boca a boca fratricida. El conductor, más ducho, en el Street Fighter de la lengua, había provocado las iras de un argentino detrás. Se había pasado una luz roja como si las h…y corría como demonio. El extranjero, acompañado de su esposa y su bebé, llevándose su impresión “barraconera”.
El vehículo paró mientras los insultos entonaban. El extranjero descendió, el conductor bajó correa en mano, la mujer del extranjero trató de amansarlo. Los pasajeros tomaron partido por el chofer (¿?), más patriotas que los albirojoscelestes tras Messi.
Me preguntaba qué me hacía proseguir el viaje en ese raudo aparato, imaginaba escenas de Saw, sopesaba las fantasías con los cordones de la guantera…el conductor se detuvo en un paradero. “Así no pe, con cuatro pasajeros yo no bajo hasta Magdalena, vacío no voy, pasémoslos a otra combi”, dijo, mirando por el espejuelo la sobra del ganado de un día agotador. No consultó, el ganado debía irse por un trasbordo y pagar otra vez.
El cobrador medió, la combi avanzó un tramo y se detuvo en un paradero. Cinco minutos, diez, luz verde, roja, verde, sin moverse, “ya van a subir más, aguanten nomás”. Los pasajeros chillaron, más todavía los que la marcaron contra el argentino y su familia, botados en el camino.

Permanecí porque mis ojos habían adquirido ese brillito de los de Liam Neeson antes de un atracón de pólvora. Sobre mi boca los bigotes imperturbables de Charles Bronson. La voz rugosa de Marlon Brando en El Padrino reclamando el vuelto justo desde mi boca. Se acentuaron mis cóleras más antiguas, agujerear los ojos y darle al ya no tan entumecido ensueño de Relatos salvajes. Bombita.
Era temerario extraer el celular del bolsillo, la calle parecía tomada por saqueadores oportunistas. Tras descender en Petit Thouars por un taxi, el precio podía ser cualquier cosa, un pasaje a Chancay, a Chincha, un tour limeño con colcha de ácaros abajo. Mejor la jugada a los dados de caminar veinte cuadras a casa sin hacerse líos, abriéndome paso entre transeúntes zombis y acentuadas llaneras en las nocturnidades de Lince.
Con los audífonos y el celular en las penumbras sólidas, rápido para eludir, Polo Campos me retumbaba al oído: “sobre mi pecho llevo tus colores/ Y están mis amores contigo Perú/…”.

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