El Perú puesto a prueba
Es un hecho históricamente comprobado que las grandes crisis ponen de manifiesto el temple de los ciudadanos y la calidad de su unidad de conciencia. Tucídides fue, entre otros, un antiguo historiador que explicaba las características de los pueblos que, al padecer guerras, exhibían sus fortalezas y debilidades de distinta manera. La heroicidad de algunos personajes de leyenda no necesariamente compensaba la falta de estrategia o de espíritu militar del resto de sus camaradas. Como bien sabemos los peruanos, el sacrificio de miles de jóvenes en las trincheras de Miraflores y la rebeldía de Cáceres en nuestra Sierra no evitaron nuestra derrota en la Guerra del Pacífico, pero tiempo después, la orden del comunismo de no cultivar y comerciar productos en los pueblos del interior sí obtuvo la firme respuesta de las comunidades campesinas, articuladas de forma inteligente por el Ejército. Históricamente, el Perú ha sido derrotado cuando no ha tenido liderazgo ni cohesión social, y ha vencido cuando ha enfrentado al enemigo común con decisión y coraje.
Posiblemente, eso deseamos, que la epidemia del coronavirus no sea tan grave como las guerras que debimos enfrentar, pero definitivamente pone a prueba nuestra consistencia como Nación, nos mostrará tal como somos. Y claro, de las grandes carestías provocadas por la irracional intervención del Estado en la economía hemos aprendido a comprar más de lo necesario; incluso ciudades que a través del relato de guerras pasadas aprendieron a sobrevivir, como Milán, Berlín y Madrid, también se volcaron a los mercados, por instinto; pero superada esa primaria reacción cada ciudadano debe asumir un comportamiento racional y solidario; no solo esforzándose en cumplir las disposiciones de la autoridad competente, sino preocupándose porque todas las personas de su entorno, de su edificio y de su cuadra, tengan la posibilidad de enfrentar satisfactoriamente el reto presente. Más que compadecernos de nosotros mismos por los pequeños o grandes inconvenientes, debemos enfrentar con valor y civismo la contingencia.
A nosotros no nos tocó alistarnos para salvar el honor nacional en la Campaña de La Breña, no pudimos defender comunidades andinas empuñando un Máuser contra el cruel terrorista, pero podemos cumplir con nuestras obligaciones, obedecer la indicaciones y ayudar a vecinos y colegas. Sigamos el ejemplo abnegado de los médicos y personal paramédico, de todos aquellos que, aún a riesgo de su propia salud, cada mañana levantan silenciosamente la bandera de la Patria para ir a cumplir su compromiso con la sociedad.