El Perú y la disuasión de la paz
Disuadir no es amenazar si no advertir, que no es lo mismo. La amenaza, cuando no es legítima, tiene un sentido negativo del eventual uso de la fuerza. La advertencia, en cambio, siempre es positiva y se construye desde la buena fe. La amenaza se formula desde un sentido belicista, la disuasión, siempre desde la paz. Los Estados que disuaden buscan la paz todo el tiempo y por eso casi siempre se los ve lejos de las guerras y los que amenazan a otros Estados por lo general terminan inmersos en conflictos. La disuasión se alzó indetenible como un método para realizar la paz luego de la Segunda Guerra Mundial, por eso la Carta de las Naciones Unidas de 1945, consagra el mantenimiento de la paz por la referida disuasión. Hoy, las naciones del mundo, ya no buscan la paz si no conservarla, que es distinto. Los Estados que disuaden están lejos de las tensiones y de las etapas prebélicas. En realidad, no necesitan alborotar la paz porque sus cualidades disuasivas son esencialmente pacíficas todo el tiempo. Pero la disuasión no es una entelequia ni utopía. La disuasión es una realidad y es propia de los Estados que aman la paz, y lo digo usando categorías de la seguridad y la defensa que muchos que hablan de ella, criticándola, no conocen nada. Por eso, los Estados que no invierten en su defensa, son imperdonablemente irresponsables, como pasó con el Perú de la segunda mitad del siglo XIX, cuya clase política negligente, nos legó la sociedad de la derrota que Manuel González Prada, señalándolos, los acusó todo el tiempo. Pero hay Estados que no aprenden a ser disuasivos y eso también es injustificable y condenable. Cuando un Estado disuade se vuelve más digno desde su esfera de soberanía porque está pensando en la integridad de su pueblo. Ningún Estado indefenso puede sentirse seguro de su destino. Estados Unidos lo entendió de Japón al que conminó a no armarse luego de la guerra de 1939. Japón cuenta con su ministerio de Defensa desde hace 20 años y ya es un país felizmente disuasivo. Por la disuasión los militares no se preparan para la guerra si no para la paz, que es distinto, y eso, a veces, tampoco se entiende. A mis alumnos les explico que la doctrina de la paz no es la doctrina de los brazos cruzados si no de la actitud pacífica por sobre todas las cosas. Les digo que una actitud de paz jamás es ajena de la coacción y de la coerción porque el uso de la fuerza y la advertencia existen para conservar o mantener la paz que dejó de ser un deseo o una aspiración para convertirse en una obligación. Por eso, entonces, la disuasión es una obligación de los Estado de la paz. El Perú debe serlo. Su circunstancia geopolítica actual y en prospectiva, lo exige. Será imperdonable que en nuestros cielos no tengamos ni siquiera pelicanos para disuadir.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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