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El peruano de nuestros mágicos andes

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Fecha Publicación: 24/06/2025 - 21:50
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Ayer, martes 24 de junio, se ha celebrado en nuestro país, el Día del Campesino, que el presidente Augusto B. Leguía –gobernó entre 1908-1912 y 1919-1930– llamó Día del Indio. En torno de esta fecha diré lo siguiente: los criollos y los mestizos, que sintieron el desprecio del peninsular durante el virreinato, cargaron contra el indígena la misma indiferencia que los conquistadores hacia ellos. Allí estuvo el origen de nuestra fractura. De hecho, un sistema de castas por las razas profundizó el desdén hacia los habitantes de nuestras serranías y llegada la república, la disociación acentuó las diferencias, promoviendo la idea de la superioridad del peruano urbano “con modales” sobre el peruano rural que fue visto como torpe. En ese momento del Perú inicial fue ahondada nuestra fractura y como ahora, frescos y dominados por el conformismo y queriendo esquivar nuestras responsabilidades y errores, se la achacamos a España cuando en realidad no supimos hacer del sincretismo y nuestra diversidad legadas, nuestra mayor fortaleza. El indianismo de comienzos del siglo XX y el indigenismo de mediados de esa centuria, buscaron revalorizar a los peruanos de nuestras hermosas sierras, desatendidos o despreciados por la ignorancia donde la consigna “debes mejorar la raza” era un imperativo social censurable. Ya poco o nada se lee de las obras de la literatura peruana que nos acercaban al mágico mundo andino. “El mundo es ancho y ajeno” o la “Serpiente de Oro” de Ciro Alegría, “Yawar Fiesta” del inmenso José María Arguedas, o, “El Tungsteno” del vate César Vallejo, siguen su penoso camino hacia la extinción. La revaloración del hombre serrano solo llegó con la reforma agraria, ideada por Fernando Belaunde en su visión del Perú precolombino (ayni, minka, mita) que simbolizó en la lampa cuando fundó su partido político, pero que, aunque hombre bueno, por falta de carácter lo hizo suyo Juan Velasco Alvarado –que no fue comunista como han querido etiquetarlo, sino nacionalista, que es distinto, como bien dijo mi maestro, el excanciller General EP Edgardo Mercado Jarrín–, que acabó con el sistema feudal –en pleno siglo XX se justificaba la servidumbre–, heredado por los corregidores y encomenderos a los hacendados y terratenientes, que, aunque luego mal desarrollada, evitó que los peruanos sufriéramos la violencia que padeció Colombia con más de 260 mil muertos por el problema de la tierra, y solo resuelto con el Acuerdo de Paz de 2016. Todo eso se hizo menos invertir en la educación que ha seguido dominada por el prejuicio y los complejos cuya ecuación nos dejó mucha gente descontenta y con hartazgos. Los violentistas de los años 60 y 80, quisieron manipular a los campesinos marginados, pero no pudieron, y hace un par de años hasta queriendo hacerlo con nuestros compatriotas del sur altiplánico, llenándolos de engaños, pero éstos, estoy seguro, siempre sabios y sin ideologías, los seguirán desdeñando. Política de Estado es lo que falta para revalorar el Perú profundo y milenario, sin que por ello perdamos la esencia de nuestra diversidad y heterogeneidad a lo largo y ancho del territorio nacional.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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