El poder cerronista…
Pedro Castillo dijo que Vladimir Cerrón no tendría ninguna potestad en su gobierno y que ni a portero de palacio podría llegar en sus ansias de poder y, sin embargo, ante todas las declaraciones en su contra, Vladimir Cerrón siempre se ha mostrado desafiante, interviniendo públicamente en actos oficiales, entrando y saliendo de palacio de gobierno a su antojo, declarando sobre asuntos políticos generales y actos políticos específicos del gobierno de Perú Libre cuyo jefe es precisamente él.
Pesaba sobre Vladimir Cerrón una condena penal y a nadie le importó. Todo el mundo conocía de sus nexos con las agrupaciones criminales del VRAEM y tampoco le importó a nadie. Se tenía noticias de financiamientos ilegales para la campaña electoral que llevó a Pedro Castillo a la presidencia, no obstante, tampoco se hizo una investigación seria al respecto, luego aparecieron “los dinámicos del centro” cuyos integrantes eran conspicuos miembros del partido Perú Libre, pero con una fiscalía lerda y proclive a Vizcarra, cuya renuencia a investigar a este se aplicó también a favor de Castillo, los dinámicos desaparecieron sin dejar rastro al enterarse, no sabemos cómo, que iban a ser intervenidos y detenidos.
La Fiscal de la Nación de entonces resolvía que existían elementos de convicción sobre la existencia de hechos delictivos tanto en el caso de Vizcarra y luego sobre el gobierno de Castillo, pero decidía que no investigaría hasta que cumplieran su mandato de gobierno, con lo cual, les garantizaba la absoluta impunidad porque desde el poder se borra cualquier vestigio de incriminación, hasta que, gracias a Dios, la entonces Fiscal de la Nación fue inhabilitada y reemplazada por una funcionaria que se impuso como tarea principal perseguir a la corrupción generada desde el poder y empezó a desplomarse una gigantesca organización criminal cuyos principales actores también deaparecieron del país aunque la cabeza ya está en prisión.
Ahora una Sala Penal de Junín ha condenado a Vladimir Cerrón por el delito de colusión, aparentemente simple, cuya pena menor es de tres años y la máxima seis, imponiéndole tres años y seis meses de prisión efectiva.
Sin embargo, nuevamente por razones que desconocemos, pero que revelan omisiones punibles, así como desaparecieron los dinámicos del centro, ahora ha desaparecido el dinámico mayor quien, desde la clandestinidad, se victimiza como perseguido procurando, según muchas versiones, encontrar asilo en alguna embajada de los países castrochavistas.
Lo que nos llama la atención es la imposición de una pena tan benévola porque si como máxima autoridad regional se colude con terceros para defraudar al Estado, cuál habría sido la razón para atenuarle la pena al extremo mínimo agregándole solo seis meses cuando, conocemos muchos casos, en que los jueces, a funcionarios de mucho menor nivel y por actos menos graves les imponen cinco o seis años de prisión efectiva.
Parece que los poderosos tienen corona y la ley es plena para los que son la cola del león.
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